El costo de vida de los colombianos comenzó a ser asediado por una nueva amenaza que podría dispararlo y generar contracciones en la capacidad de compra de los hogares, como es la anunciada alza gradual del galón de ACPM.
Ese reajuste de $6.000, que se aplicará en tres tramos: uno de $2.000, este año, y dos durante 2025, será equivalente al 61%, lo cual acarreará un impacto inflacionario preocupante.
Como este combustible mueve el parque automotor de camiones, volquetas, buses y busetas, ahí se nota la incidencia que acarreará tanto para los transportadores como a los consumidores de productos básicos de la canasta familiar y a los usuarios del servicio intermunicipal y urbano de pasajeros.
Uniendo todo eso, el presupuesto familiar deberá alistarse para recibir un fuerte golpe, gradual, pero que implicará una escalada alcista sostenida que podría echar por tierra las metas del Gobierno Nacional y generarles más dificultades a los colombianos para sobrellevar el día a día.
Hay algunos hechos que confirman que sí habrá efectos, como por ejemplo sobre los fletes, que de acuerdo con expertos por cada $1.000 que se incremente el diésel, estos subirán en por lo menos el 6 %, pese a que el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla dijo que, con la gasolina, el impacto fue de 1,9 % acumulado, y con el ACPM, que es un efecto intermedio, lo estima en 1,4 % al final de todo el proceso.
Pero desde la cruda realidad lo contradicen. Escuchando a Nidia Hernández Jiménez, presidenta ejecutiva de Colfecar, se advierte que hay implicaciones riesgosas sobre la seguridad alimentaria, un deterioro en la economía de los hogares más vulnerables y afectos sobre las mypimes en un país donde más del 99% del tejido empresarial se encuentra dentro de este esquema.
Al presidente Gustavo Petro hay que recordarle que en un país como el nuestro se deberían estudiar una alternativa menos dolorosa, traumática y riesgosa como es el de las alzas, porque aunque se traten de minimizar, el reflejo negativo sobre buena parte de la economía será traumático.
Ya que es amigo del diálogo y de la concertación lo adecuado para el país en estos momentos es que él mismo se sentara con los transportadores de carga y de pasajeros y los gremios económicos para que se busquen fórmulas distintas, en un país donde el mismo DANE advierte que 2.6 millones de hogares no comen tres veces al día.
Además, mantener las vías del diálogo antes que proceder a tomar una medida impopular es indispensable, porque como ya se está escuchando, podría avecinarse una conflictividad que acarrearía graves consecuencias económicas, como sería un paro camionero indefinido.
Ya los colombianos han hecho un inmenso esfuerzo con el incremento del precio de la gasolina que es uno de los más altos en los últimos tiempos, razón por la cual habría que darles un respiro a su presupuesto, puesto que el ACPM sí tiene más cercanía con los alimentos y productos de primera necesidad que es probable que entren en una indetenible espiral alcista, de pésimas consecuencias para todos.
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