Los incendios forestales se están convirtiendo en un peligroso mal endémico, muchas veces provocados por los humanos, desencadenando con ellos graves afectaciones al medioambiente. Como ocurre en todas las situaciones adversas, infortunadamente Norte de Santander no ha escapado a estas emergencias generadoras de severo impacto sobre los bosques, la fauna, las fuentes de agua, que en últimas terminan provocando afectaciones a la comunidad.
Resulta muy diciente el dato de que 700 hectáreas de bosques quedaron reducidas a cenizas por los incendios desatados en diversas regiones del departamento, dentro de una situación a la que no ha escapado el país, debido a las condiciones climáticas, las quemas provocadas o aquellas que se hacen de manera presuntamente controlada y sobre las cuales hay que aplicar una mayor rigurosidad por parte del Ministerio del Medio Ambiente.
Un dato reseña que entre enero y comienzos de marzo de 2024 en Colombia existía el registro de 340 casos de esta clase de desastres en las áreas boscosas y de vegetación virgen en 170 municipios.
Si profundizamos, efectivamente encontramos que las llamas sí amenazan el agua, como sucedió por ejemplo en la zona del páramo de Berlín, donde fueron consumidas 100 hectáreas de frailejones; el peligro aquí reside en que las zonas paramunas son consideradas las fábricas naturales de producción de agua.
Y si continuamos avanzando, nos debe doler el hecho de que un 50% de los daños ocasionados por los 119 incendios ocurridos hasta ahora en el departamento han afectado zonas de ecosistemas vírgenes.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente advirtió que aunque los incendios forestales pueden producirse de manera natural, la mayoría son consecuencia de acciones humanas como el desmonte después de la deforestación industrial y para agricultura o los asentamientos humanos, la gestión de pastos para ganado herbívoro y la negligencia.
National Geographic comentó que esta clase de emergencias causan enormes daños en el medio ambiente, así como a la vida humana y a la propiedad, porque emiten grandes cantidades de contaminantes atmosféricos como carbono negro, partículas y gases efecto invernadero.
Al analizar lo que aseguran los expertos, entonces no estamos ante una situación de implicaciones pasajeras, sino frente a un fenómeno que va degenerando en delicadas implicaciones para el medioambiente, la salud, la economía y el desarrollo.
Viene aquí una delicadísima situación nortesantandereana que reclama la urgente intervención de las autoridades, puesto que 110 de esos incendios fueron provocados por las denominadas “quemas controladas”.
Si existen normas tan precisas como el artículo 102 de la Ley 1801 y la Resolución 035 de Corponor que prohíben las quemas abiertas controladas, hay que proceder en consecuencia y aplicarles las rigurosas sanciones a los responsables.
No se puede permitir, como lo señala la ONU que la negligencia en el uso de ese método esté llevando a que la naturaleza y el medioambiente sano sean expuestos a graves riesgos, al tiempo que debe hacerse un llamado a la conciencia ciudadana para evitar hacer fogatas o arrojar colillas encendidas, vidrios y espejos rotos que en la vegetación seca son ‘combustible perfecto’ para que las llamas aparezcan y arrasen con todo a su paso.
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