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Berlin renace
No hay una capital europea que haya sufrido tantos infortunios en el Siglo Veinte como Berlín, la sede del gobierno de la Alemania reunificada.
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Sábado, 18 de Mayo de 2013
No hay una capital europea que haya sufrido tantos infortunios en el Siglo Veinte como Berlín, la sede del gobierno de la Alemania reunificada. La derrota de la Primera Guerra Mundial; la horrible dictadura de Hitler con la deportación o asesinato de trescientos mil berlineses de origen judío; el inclemente bombardeo de las fuerzas aliadas que destruyó la ciudad para exigir la capitulación del ejército nazi; y, para rematar, la división de la ciudad en una zona libre y otra sometida al miedoso régimen comunista que sumió en la tristeza a miles de familias separadas por el  muro de Berlín, han sido los dolorosos episodios que anteceden al resurgimiento de la bella capital.

Se cuenta que, terminados los bombardeos de 1945, en Berlín prácticamente sólo sobrevivían mujeres y niños porque la mayor parte de los varones habían perecido en las  batallas más mortíferas de la historia de la humanidad. Ellas, con una entereza estoica, salieron a reconstruir piedra por piedra  las edificaciones arrasadas.

En 1990, después de la caída del muro, se inicia la nueva historia de Alemania que se ha constituido en la primera economía europea, y de Berlín que se ha transformado en una ciudad alegre y libérrima. Se adelantan obras por todas partes empezando por la construcción del nuevo terminal del aeropuerto de Schoenefeld. Existen incontables museos entre los que se destacan el de los recuerdos del muro, el de la cultura judía, los de artes, historia y ciencias naturales, etc. El comercio tiene, entre muchos otros, el gran almacén KaDeWe que en sus siete enormes pisos y sesenta mil metros cuadrados de mostradores ofrece millares de objetos de las marcas más exclusivas, lujosa joyería, incontables clases de chocolates y confites, charcutería, enlatados y licores de todo el mundo, etc., al estilo del Harrod´s de Londres o de las Galerías La Fayette de París. Por cierto, sorprenden los bajos precios de Berlín.

Es particularmente conmovedor ver los vestigios del oprobioso muro que levantó el régimen comunista para impedir la fuga de los alemanes, que empezaron a huir cuando se percataron de la opresión a que eran sometidos. En algunos lugares de la ciudad se conservan estos restos como testimonio de la infamia de un sistema, afortunadamente fracasado.

Pero, quizás, el rasgo más sorprendente de la capital alemana es que sus habitantes viven el presente sin odios y construyen su futuro con trabajo. A pesar de lo que sufrieron ellos o sus padres y abuelos, no hay signos de amargura, ni sentimientos de venganza. Es como si las adversidades hubieran fortalecido sus voluntades y llenado su espíritu de un optimismo racional.

Es casi impensable que un país con tantos valores hubiera caído varias veces en las garras de quienes se apropiaron del Estado para conducirlo a los peores desastres por la fuerza y con mentiras.  Por un lado, el Kaiser Guillermo II quien prevalido de su poder monárquico lo llevó a la derrota de la Primera Guerra Mundial. Luego, Hitler, quien ascendió al gobierno con el espejismo de un nacionalismo falso y peligroso, y que se apoderó de todas las instituciones nacionales para implantar un régimen terrorífico que persiguió y asesinó a sus opositores para poder desarrollar su macabro ideario. Y, finalmente, el comunismo soviético-alemán  que confinó a millones de habitantes en la pobreza y el aislamiento para hacer creer al mundo que vivían en un paraíso igualitario.

Aunque es difícil tomar experiencia en cabeza ajena, bien debemos reflexionar los habitantes de los países latinoamericanos sobre el peligro de dejarse ilusionar por los que anuncian ríos gratuitos de leche y miel en vez de invitar al trabajo, erradicar la corrupción, poner el Estado al servicio de todos los habitantes y disminuir las desigualdades con la aplicación correcta de la ley y la administración imparcial de la justicia. Por fuera de ello, lo que puede ocurrir es que unos políticos voraces se apoderen del Estado para su provecho individual y para satisfacer sus ambiciones, como ocurrió en Alemania.

ramirezperez2000@yahoo.com.mx
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