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Catatumbo: niños y docentes claman el desminado humanitario
Una mina le ocasionó la pérdida de su derecha a un docente. También tres niños han caído en campos minados.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Domingo, 28 de Noviembre de 2021

El fantasma de las minas antipersonales asusta a los habitantes de la región del Catatumbo, pues en muchas ocasiones niños y adultos, han caído en esas trampas mortales producto de la insensatez del hombre.

Como en ese episodio de la laureada película colombiana Los colores de la montaña, donde se muestra a varios niños intentando rescatar el balón de un campo minado, la realidad supera a la fantasía, en la escuela integrada de San Cayetano, jurisdicción del corregimiento de Mesitas (Hacarí), cuyo protagonista es el profesor Diomar Jesús Pérez Muñoz, quien perdió la pierna derecha utilizada para meter goles.


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Este docente recuerda aquel fatídico instante a eso de las 12:30 del mediodía del 5 de febrero de 2019 durante la clase de educación física. 

“Los niños esperaban con ansiedad que sonara el pitazo inicial y disfrutábamos de ese intercambio futbolístico, yo era defensa y distribuía el grupo de 18 estudiantes. Cuando la pelota salía del terreno de juego y rodaba hacia el monte dos o tres chiquillos corrían a traerla. Pero, en ese momento tuve una corazonada y les indiqué que iría por ella. A Dios gracias, no fue uno de ellos, porque viví una pesadilla”, agrega el maestro.

La pierna derecha, usada para eludir a los contrarios y conseguir anotaciones, en esta ocasión no pudo esquivar esa trampa mortal dejada por los grupos al margen de la ley para restringir los operativos militares sin importar la movilidad de los civiles. 


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En este caso no hubo cámaras, ni luces, pero sí la acción rápida y oportuna de los familiares, amigos y personal médico para amputarle parte de la pierna derecha y salvarle la vida, tras la explosión del artefacto.

En esta ocasión el protagonista, de 39 años de edad, no recibió galardones como se hace en el séptimo arte, el sonido ambiente de los pájaros se cambió por el insoportable ruido en el oído que lo acompaña durante el resto de su existencia y en las noches sufre de pesadillas como secuelas de la inexplicable guerra que se libra en la zona. 

Incluso fue una lucha para obtener la pensión por invalidez y todavía el sistema de salud le adeuda la prótesis. “La que tengo actualmente fue una donación del Comité Internacional de la Cruz Roja, quienes me han brindado el apoyo”, indica el docente que regresó a la zona y todos los niños lo abrazaro n y quieren que el profe vuelva a la escuela a jugar con la pelota, pero es imposible.

 
Escalofriantes datos de víctimas en Norte de Santander en los últimos 30 años. Muchos menores de edad resultan afectados.

 

Los niños, que han sido víctimas

La señora Virgeliana Ortega vive una verdadera odisea con su hijo quien a los 7 años acompañaba a su tío a echar el agua de la bocatoma en zona rural de Ábrego y fue alcanzado por un artefacto. 


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Perdió su ojo izquierdo ya que le afectó el nervio óptico y el derecho se ha deteriorado con el paso del tiempo, pues requiere una cirugía de córnea. Lo más triste es que la empresa de salud no quiere responder”, indica su abuela.
 
La tragedia no termina ahí, ya que el tío no resistió ver a su sobrino en esas condiciones y tomó la fatal determinación de quitarse la vida. 
 
En San Calixto, un niño de 12 años jugaba fútbol con sus amigos y salió de la cancha para recuperar el balón, fue impactado por la onda explosiva y perdió el pie. Esos casos repercuten en todo el entorno familiar, ya que los campesinos sufren las consecuencias de esas prácticas no convencionales de guerra, indican líderes sociales.
 
En Hacarí ocurrió un episodio similar con un menor de 8 años quien salió a buscar en la finca cilantro cimarrón para condimentar la sopa y fue levantado por la onda explosiva y ahora sufre de problemas auditivos.“El gobierno ha incumplido con el acuerdo de paz desde la reforma integral agraria, hasta la terminación del conflicto con el desminado humanitario”, indica el vocero comunal Olger Pérez Quintero.
 
Álvaro Jiménez Millán, director de la Campaña Colombiana Contra Minas, una organización no gubernamental que viene trabajando en los últimos 20 años en el desminado, considera que la salida para poder erradicarlas en Norte de Santander pasa por lograr un acuerdo humanitario.
 

Latente se encuentra el problema de las minas antipersonales en la zona del Catatumbo, los campesinos de la región piden acuerdos humanitarios para la terminación del conflicto.

 

Explica que el proceso no se ha iniciado en la zona del Catatumbo por razones de seguridad y califica como un horror que en la sociedad haya víctimas, especialmente niños. “Es hora de cerrar los conflictos y poner fin a la violencia que afecta a la región”, recalca.  “Nosotros, junto a organizaciones regionales, estamos pidiendo un acuerdo humanitario contra las minas antipersonal, apoyándonos en redes internacionales y en organizaciones de carácter nacional para que todos los actores armados respeten los derechos humanos”, puntualiza.

En números

Las cifras son escalofriantes, pues desde enero de 1990 hasta septiembre de 2021 se han registrado 951 víctimas en Norte de Santander, de los cuales 294 son civiles y 653 de la fuerza pública. Mayores de 18 años 883, menores de edad 68, 915 masculinos y 33 femeninos. Heridos 756 y 195 muertos.

Los organismos Defensores de Derechos Humanos revelan que en los últimos años tres menores de edad han sufrido de afectaciones al incursionar en campos minados.

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