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Las consecuencias de un año marcado por el encierro y las restricciones
6 meses y 20 días permaneció activo el aislamiento preventivo obligatorio en Colombia.
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Colprensa
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Domingo, 21 de Marzo de 2021

Lo que en un principio serían solo 19 días de cuarentena estricta para frenar la propagación del COVID-19, cuando Colombia tenía 158 casos de la enfermedad, se convirtieron en casi cinco meses de confinamiento, que se extendieron hasta septiembre con el inicio del concepto de aislamiento selectivo.

“Hemos tomado decisiones drásticas pero urgentes. Aplicaremos un Aislamiento Preventivo Obligatorio para todos los colombianos, desde el próximo martes 24 de marzo a las 23:59 horas, hasta el lunes 13 de abril a las 00:00 horas”, fueron las palabras del presidente Iván Duque en la noche del 20 de marzo. Pero poco a poco, el aislamiento se fue extendiendo, aunque reabriendo algunos sectores, hasta el 30 de agosto.

Este año ha estado marcado no solo por las cuarentenas y los cierres, sino por las fuertes restricciones para interactuar con otros. El cierre de bares, restaurantes, cines y demás espacios sociales cortó el contacto y la interacción, y limitó a los colombianos, y a todo el mundo en general, a comunicarse por plataformas tecnológicas desde la distancia.

Aunque los expertos coinciden en que la cuarentena fue útil para preparar el sistema de salud ante un inminente colapso en marzo o abril, las restricciones y el encierro no han tenido un impacto menor en la vida personal, social y laboral de los colombianos, e incluso más fuerte en su salud mental y emocional.

En un principio, la sensación hacia la cuarentena era completamente distinta. La palabra reinvención se hizo popular. Las redes sociales se llenaron de personas buscando nuevas recetas de cocina, nuevas formas de hacer ejercicio. Otros intentaron empezar a aprender idiomas. La actitud era otra.

Según el psiquiatra Rodrigo Córdoba, profesor de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario, en un primer momento se encontraron dos sensaciones: el miedo y temor a lo que era la pandemia, llenos de un profundo desconocimiento de la enfermedad, pero mezclado con la sensación de que sería una situación transitoria que terminaría más pronto de lo pensado.

Para Wilson López, psicólogo y docente de la Pontificia Universidad Javeriana, en un inicio como la incertidumbre no era tan alta, las personas pudieron construir nuevas rutinas y buscar oportunidades en la cuarentena. Pero indudablemente, el tiempo agotó a la población y se volvieron más comunes los síntomas de depresión, ansiedad y agotamiento.

A las sensaciones de miedo por el futuro, por la pérdida del trabajo, por la crisis económica o por el mismo miedo al contagio, se sumó la infodemia que generó el virus: una avalancha de información y desinformación sobre el covid y lo que este causaba o representaba para la humanidad.

“Si no teníamos certeza suficiente de muchas cosas asociadas al covid no debimos haber dado tanta información apresurada. La gente decía muchas cosas que generaban entre incertidumbre, terror o miedo. Incrementaron todas las emociones desagradables”, asegura López.

Con todas estas nuevas sensaciones, empezó la segunda ola emocional de esta pandemia. Según Córdoba, esta apareció hacia los cuatro o cinco meses, al ver cómo se alargaba la situación y al no tener claridad del futuro: creció entonces la sensación de desesperanza, de desasosiego y de preocupación excesiva por las cosas.

Y aunque según López, el miedo y la ansiedad son respuestas funcionales del ser humano ante situaciones de incertidumbre, lo malo de estas es sostenerlas en el tiempo, es decir, hacer el miedo y la angustia sensaciones permanentes. Y esto fue justamente lo que ocurría cada vez que un nuevo anuncio extendía las cuarentenas, y extendía a la vez la separación de familias, parejas, amigos, compañeros de trabajo, entre otros.

Los problemas de salud mental causados por la pandemia, las restricciones y la cuarentena dejarán, según Córdoba, una huella en la humanidad del tamaño de un elefante.

Para López, hay síntomas claros en las personas del efecto de meses de encierro y falta de contacto: respuestas emocionales que afectan el sueño, ansiedad en niveles extremos, miedo a establecer vínculos, sensación de disconfort, y muchos otros más.

“Estar ante una incertidumbre sostenida desgasta tanto al organismo que genera fatiga, molestia, ira, sensibilidad, hipersensibilidad a los estímulos, uno se vuelve más sensible a lo que le dicen, se vuelve más irascible. Es perfectamente probable que aparezcan más brotes de rabia y de ira en la gente, pues el manejo de la incertidumbre no es fácil”, explica.

Aunque plataformas como Zoom, Teams, entre muchas otras, sirvieron para mantener el contacto y mitigar un poco la desconexión con el otro que causó la pandemia, su papel no reemplazará los beneficios de periodos de interacción como los que vivíamos antes. Según López, el golpe de alejarse del otro se sentirá precisamente en la capacidad de construir interacciones nuevas y en la capacidad de construir nuevamente formas de relacionarnos con los demás.

“Imagínese la búsqueda de pareja. Ahora hay que tener una mascarilla, o existe el miedo que genera el cómo saber que el otro no tiene el covid. Por más de que los jóvenes estén interactuando por Teams y redes sociales, la gente necesita de las interacciones físicas”, enfatiza.

Pero el otro impacto está en niños y niñas. López explica que es en la interacción y el juego que los niños aprenden, socializan, construyen reglas, y romper esa formación socioemocional tendrá un impacto devastador en su formación a futuro.

Ahora bien, un año después hay que comenzar a mirar hacia el futuro y empezar a atender las emociones y afectaciones que han dejado la pandemia y las restricciones en los colombianos. Según López, el primer paso debe ser aprender a diferenciar los problemas de salud mental.

“No sabemos discriminar la diferencia entre estar triste o estar muy deprimido, entre estar muy preocupado o si resulta que no hago más que repetirme lo mismo y mi preocupación es sistemática, no puedo dormir y me genera una ansiedad altísima. Como no las discriminamos bien, no le damos la suficiente importancia”, explica el psicólogo.

Así, para atacar estos problemas, además de buscar la ayuda de profesionales cuando sea necesario, la solución debe pasar, según López, por la empatía y la solidaridad, por entender que el otro puede tener sensaciones encontradas, que puede estar triste o enojado, y que nosotros también podemos estarlo.

“Si todos sabemos eso, podemos ser más compasivos en el sentido de entender el sufrimiento del otro, de tratar de ponernos en el lugar del otro, tratar de comprender la situación en la que está y que yo también puedo estar en esas. También ser compasivo con uno mismo, entender que yo también puedo sentirme mal”, indica.

La solidaridad y la empatía, en sus palabras, son la piedra de salvación de las sociedades cuando situaciones como el COVID-19 rompen el tejido social y el equilibrio emocional.

Revolcón laboral

Pero la declaración del aislamiento, además de cambiar la vida personal y social, tuvo un revolcón en el mundo laboral. Según explica Iván Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, unos días después de declarada la cuarentena, el gobierno emitió la circular 33 con la que autorizó a las empresas a adaptar modelos de trabajo a distancia u otras medidas: teletrabajo, trabajo en casa, jornadas flexibles, utilización de vacaciones o licencias remuneradas.

“El trabajo en casa fue por el que optaron la mayoría de empresas, porque el teletrabajo se consideraba una modalidad de trabajo a distancia muy demandante, tienes que tener un acuerdo, tienes que tener un auxilio de conexión, tiene que haber una visita previa de la ARL”, explica Jaramillo, que indica que según un estudio realizado por el Observatorio, el 85 % de las empresas migró al trabajo en casa en tiempos de pandemia.

Así, se modificó el trabajo como se conocía y la oficina se instaló, incluso, en las habitaciones, salas o estudios de las casas de los colombianos.

El mayor impacto, según Jaramillo, se sintió en aquellos sectores donde no eran adaptables las modalidades de trabajo a distancia. “Sectores como construcción, hostelería, comercio, restaurantes no pueden teletrabajar, no son adaptables a las modalidades de trabajo a distancia”, lo que llevó a la suspensión de contratos y a los grandes problemas económicos causados en la pandemia.

Pero desde el punto de vista de quienes pudieron trabajar desde casa, la vida también cambió. Estar en casa trajo cambios buenos y malos: así como fue una ventaja el ahorro de tiempo de camino a las empresas o el poder compartir más con quienes están en casa, hubo otras desventajas como la pérdida de los horarios fijos, las sobrecargas de trabajo y la eliminación de la línea entre el tiempo laboral y el tiempo personal.

“Si tu trabajabas 8 horas y te ibas a las 5 de la tarde, yo no me enteraba que hacías después y no era mi problema. Pero en el contexto de las modalidades de trabajo a distancia ha sido muy complejo. Por eso, se ha hecho mucho énfasis en incorporar una serie de garantías y derechos, sobre todo auxilio de conexión, derecho a la desconexión laboral, respeto de la vida familiar del trabajador, posibilidad de dialogar y fijar los tiempos de trabajo”, enfatiza Jaramillo.

¿Y qué tan grande es la posibilidad de que las oficinas “se queden en casa” mucho más tiempo? Según Jaramillo, las encuestas indican que el 65 % de las empresas tiene la intención de mantener el trabajo a distancia una vez superada la pandemia. De hecho, indica, la OIT en 2019 preveía un tránsito fuerte hacia modalidades de trabajo a distancia para los años 2025 o 2030, pero la pandemia aceleró esa transición.

“Una vez se supere el estado de emergencia sanitaria y viendo las ventajas, las posibilidades, la reducción de costos y la adaptación de los trabajadores a este modelo, es previsible que este modelo, que se preveía para 10 o 20 años, se haya adelantado y entremos en otros modelos organizacionales”, indica.

El gran reto será, si este modelo permanece, mejorar temas como los tiempos de trabajo y disponibilidad y el respeto por la autonomía, la intimidad y la privacidad de los trabajadores, que les devuelva el tiempo de ocio, mezclado con la posibilidad de permanecer en casa.

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