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¿Música por decreto en colegios de Colombia?
Gobierno propone recurso económico adicional para potenciar proyectos musicales.
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Colprensa
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Jueves, 23 de Febrero de 2023

El sector musical del país está preocupado. Sobre todo, después de que Gustavo Petro, tras la visita de su esposa, Verónica Alcocer, y del viceministro de Creatividad y Cultura Naranja, Jorge Ignacio Zorro, a Cilia Flores, en el Centro Nacional de Acción Social por la Música de Venezuela, escribiera en Twitter: “Despegaremos en este año el sistema orquestal colombiano ligado a todo el sistema educativo”.

Un mensaje que apuntaba a lo que había sido el objetivo de la reunión de las primeras damas de Colombia y Venezuela, según explicó gobierno nacional en un comunicado de prensa: “Afianzar el trabajo conjunto entre las naciones, conocer el sistema de bandas venezolano y su posibilidad de adaptarlo en Colombia, como un aporte al desarrollo físico y cognitivo de niñas, niños y adolescentes, así como fomentar la riqueza cultural que posee el territorio”. Casi de inmediato se encendieron las alarmas de emergencia del sector musical.


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Si bien la publicación en Twitter se hizo el 31 de enero, para el dos de febrero ya tenía respuesta por parte de 66 músicos, gestores culturales, docentes e investigadores de diferentes disciplinas y regiones del país que, a través de una misiva titulada “Carta del sector musical al presidente Gustavo Petro”, alojada en la plataforma change.org (donde más de 2.500 se han unido con su firma al llamado) y radicada en la Presidencia de la República, en el Ministerio de Cultura y en el Departamento Nacional de Planeación, solicitan al gobierno ser escuchados.

El documento manifiesta preocupación por la posibilidad de crear aquí un sistema de orquestas sinfónicas inspirado en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, conocido ampliamente como El Sistema, que fue fundado en 1975 por el maestro José Antonio Abreu, y que está consolidado a nivel mundial como un “método de educación juvenil e innovador en el que la música es la principal vía para el mejoramiento social e intelectual”.

Para académicos como Geoffrey Baker (y para la mayoría de personas que firman la carta), no es más que un “modelo de tiranía” en el que la opacidad de sus asuntos financieros reverbera, como también lo hacen las rigurosas evaluaciones que buscan tasar su impacto en la sociedad, por ejemplo: “He encontrado muchos músicos de El Sistema poco convencidos con las afirmaciones de que el proyecto estaba destinado a los niños más vulnerables de Venezuela”, explica el británico luego de una investigación para su libro “El Sistema: orquestando a la juventud venezolana”, en la que descubrió que la mayoría de músicos partícipes de esa iniciativa pertenecían (en ese momento, es decir, en el 2015) a la clase media, “fallándoles a los niños menos favorecidos” que era para quienes estaba pensado y a los cuales la música clásica podría haberles cambiado la vida.


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Sin embargo, los “efectos nocivos que tiene para la cultura” la decisión de copiar este modelo en Colombia va más allá, o por lo menos así lo establecieron los remitentes, quienes pusieron sobre la mesa 10 razones, entre ellas que “se trata de un modelo con muy baja participación de los sectores más marginados”, que “está desconectado de las realidades sociales, sonoras y musicales territoriales que rodean a los públicos y los músicos”, que “prioriza el espectáculo por encima de los procesos comunitarios, sociales y culturales de largo plazo”, que “genera una masiva producción de músicos con problemas de laborabilidad”, que “perpetúa lógicas coloniales que juzgan cualquier música desde el canon europeo”, que “comprende a los públicos como espectadores pasivos a quienes solo se les permite admirar” o que “es un modelo costoso, que no está atado a dinámicas culturales vivas y autónomas, lo cual lo condena a una dependencia excesiva de recursos estatales”.

¿Y qué propone el gobierno? “Generar un recurso económico adicional para potenciar los proyectos musicales del país, por medio de algunos convenios con el Ministerio de Educación, impulsar las escuelas de música del Plan Nacional de Música para la Convivencia (PNMC) con una mirada amplia no solo en orquestas sinfónicas sino también en banda y en músicas populares tradicionales, campesinas, comunitarias”, responde Camilo Jiménez Vera, asesor del viceministro, aunque Óscar Hernández Salgar, director del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana, se mantiene en afirmar que “parte del malestar es que no se sabe porque no ha habido una propuesta clara y detallada en donde se sepa qué es lo que se está proponiendo. Ha habido una serie de anuncios del presidente donde sugiere que va a implementar un sistema como el venezolano, que es un sistema que demanda muchísimos recursos y que podría poner en riego la financiación de otras prácticas musicales distintas a las sinfónicas”.

Esa opinión contrasta con la de Álvaro Narváez, secretario de Cultura Ciudadana y vocero de la Red de Escuelas de Música de Medellín, quien cree que “el Gobierno nacional no hará una copia de lo que es el modelo venezolano, sino un análisis de todos los procesos que se vienen adelantando y gracias a los cuales se ha transformado y se ha sensibilizado a la sociedad ampliando los horizontes sonoros del país, para luego ser consolidado en una propuesta que haga que el arte, la cultura y la música lleguen con más fuerza a las instituciones educativas o a los demás espacios de ciudad”.

Hernández asegura que es muy preocupante que una política que se anuncia con bombos y platillos, pero que no está articulada a la política cultural macro del país, es decir, al PNMC, se convierta en una prioridad sobre las demás iniciativas que han enriquecido su geografía social por más de 20 año como la Fundación Nacional Batuta, la Red de Escuelas de música de Medellín, la Red de Escuelas de Formación Musical de Pasto, la Escuela de Música Desepaz de Cali, Iberacademy, y en general todo el movimiento bandístico y demás escuelas municipales de música que forman parte del ecosistema sonoro nacional. “No se trata de frenar una iniciativa por frenarla. El sector sinfónico sí hay que fomentarlo, pero teniendo en consideración a todas esas instituciones”.

Para el viceministro Zorro todo esto se trata de un malentendido: “En su tuit el presidente en ningún momento dijo que vamos a implementar El Sistema orquestal venezolano. ¿Qué es El Sistema venezolano? Es un referente que ha servido de modelo a muchos programas en el mundo teniendo en cuenta que cada programa se enfrenta a un contexto completamente diferente, lo cual se da porque cada país tiene culturalmente unas situaciones muy distintas, por ejemplo, en Colombia ese modelo no encajaría por una particularidad muy sencilla: todas las iniciativas que se han hecho aquí a nivel musical están metidas en el corazón del sistema educativo para recuperar en la enseñanza de todo niño la sensibilidad de la parte artística, mientras que las de El Sistema venezolano están eminentemente incrustadas en la educación informal”.

Otra razón es porque al ser un país de múltiples culturas y con manifestaciones de las artes y de la música tan distintas a lo largo del territorio, “pluriétnico y multicultural” como dice la Constitución Política, no tiene ningún sentido pensar en fomentar orquestas de cámara, como sucede en Venezuela, en donde la música de la Europa occidental es la quintaesencia del aprendizaje, dejando atrás los repertorios autóctonos. Lo que sí tiene sentido es inspirarse en ese modelo sistémico para articular los esfuerzos que se han adelantado desde el Plan Nacional de Música para la Convivencia por más de 20 años, tal y como lo mencionó anteriormente el director del Instituto Pensar.


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Ahora, lo que se está haciendo desde el Ministerio de Cultura, según Zorro, es adelantar un proyecto que incluya la experiencia que se ha tenido con ese PNMC, para fortalecerlo y potenciarlo con nuevos alcances a través de una sistematización pedagógica y organizacional, actuando en conjunto con el Ministerio de Educación, una alianza que permite hacer un proceso de concertación con los territorios y con las entidades que manejan la parte educativa en cada uno de ellos, para llegar a los colegios. “Vamos a tener cinco escenarios que pueden aparecer de forma lineal o de forma simultánea que surgen de las necesidades que se vayan presentando durante la formación educativa”.

De acuerdo con las opiniones de Juan Antonio Cuéllar, director de la Orquesta Sinfónica de Colombia, es preciso que se unan todos los esfuerzos que se han hecho a lo largo de los años para consolidar un programa de valor que le cambie la vida y le ofrezca oportunidades a miles de niños y jóvenes en este país y en el que además se vincule a todo el sector profesional en una estructura sólida de financiamiento público con contratación salarial adecuada, pues “la mayoría de nuestras orquestas pasan realmente penurias en términos de la financiación para tener los contratos adecuados de los músicos, por eso es urgente una política pública sólida, robusta y provista de los recursos suficientes para sacar adelante un proyecto de esa naturaleza, que va a impactar no solamente al sector propiamente sinfónico sino que va a estimular, como se estimula en otros países, la creación, la circulación, la producción de la música original y la exaltación de los valores musicales, tradicionales y locales”.

Para materializar esta propuesta el Ministerio de Cultura se rumora que se recibirá hasta unos 100.000 millones de presupuesto. Al preguntarle a Jiménez Vera sobre este tema confirmó que “será un recurso adicional que se enviará desde presidencia o desde hacienda, aunque todavía no se sabe de cuánto será”. Coinciden los expertos, sin embargo, que su implementación requiere un buen monto, y esa es una preocupación adicional, sabiendo que hay tantos frentes culturales importantes.

Los cinco escenarios a los que se refiere el viceministro son:

Primero: Una estimulación musical a gran escala y a gran amplitud en todo el campo de la cultura, lo cual va a permitirle a los niños y jóvenes un primer acercamiento hacia este tipo de arte.

Segundo: Las acciones que van a desembocar en los colectivos artísticos y en las actividades comunitarias que le van a ofrecer a los niños y jóvenes la posibilidad de desarrollar todos esos elementos que le van a permitir desenvolverse en el mundo musical y sumergirse en la búsqueda de responsabilidades compartidas con un propósito de excelencia.

Tercero: Se va a identificar si existe la posibilidad de que x o y niño o joven pueda desarrollar su talento musical en aras de una profesionalización, ya que “en Colombia hemos perdido grandes talentos porque no existe una posibilidad de organizarlos para llevarlos hacia una formación profesional, pues no se puede llegar a la universidad en ceros”.

Cuarto: La formación superior, es decir, que los chicos estén lo suficientemente formados en materia musical cuando lleguen allí, para que se puedan elegir, sin limitaciones de ningún tipo, ser músicos si así lo desean, pues el arte requiere siempre esa preparación.

Quinto: Son los entornos laborales. “Si hay algunos de esos niños que ya se definieron en su talento y en sus posibilidades y llegaron a ser profesionales, tienen que aparecer los entornos laborales que les permita disfrutar de una vida plena”.


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Para María Claudia Parias, presidenta ejecutiva de la Fundación Nacional Batuta, “la propuesta de ampliar las oportunidades de formación musical de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes es de un valor muy grande para la sociedad colombiana pues es una manera de garantizar el ejercicio de los derechos culturales en los diversos contextos sociales y territoriales. Es bien sabido que la formación artística, y muy en particular, la práctica musical, es una herramienta para el desarrollo del pensamiento creativo y crítico y enriquece la vida de las personas, especialmente si están en condición de vulnerabilidad social o de riesgo frente a las situaciones de violencia. En este sentido, la iniciativa puede significar una opción para expandir la base de los niños y niñas vinculados con el disfrute, la práctica y el aprendizaje de la música”.

Aunque es enfática en que si el gobierno nacional quiere reforzar el PNMC debe hacerlo de la mano de quienes por más de 20 años han implementado metodologías y pedagogías asertivas, que consideran la diversidad cultural como fuente de conocimiento y la formación en sí misma, como un ejercicio de inclusión social.

Un llamado atendido por la misma Patricia Ariza, ministra de Cultura, quien en la noche del 20 de febrero escribió una carta, a manera de respuesta, al sector musical en la que argumenta que el proyecto de educación musical formal está en proceso de construcción entorno al fortalecimiento de todas las músicas, por lo cual, se requiere el despliegue de un grupo interdisciplinario: “El cambio social es también un cambio cultural, para el Gobierno del Cambio la participación de los y las artistas y creadores, en este proceso, reviste la mayor importancia”.

A esto se le suma el viceministro Zorro cuando comenta que este fortalecimiento que están proponiendo es diferencial y es territorial, o sea que se debe concertar con el sector en un trabajo colaborativo dependiendo de las particularidades y de las necesidades del entorno, por lo que no se van trazar parámetros de forma hegemónica para todo el país, sino que se van a trabajar de manera particular con las instituciones y los agentes que lo estén desarrollando en cada sitio.

El director de la Orquesta Sinfónica de Colombia hace un último apunte: “Se pueden tener miedos o prevenciones, pero el diálogo verdadero se genera cuando ya existe una propuesta sobre la mesa, cuando hay un documento o un planteamiento sobre el que se pueda debatir. Todavía no hemos escuchado ese planteamiento de parte del gobierno y es importante darle la oportunidad de que lo presente a todos los actores del sector, para participar con un ánimo constructivo y propositivo y que los resultados surjan de la mejor manera posible”. Un trabajo que debe partir de lo construido y, muy importante, incluyendo a los actores que ya llevan un buen recorrido.

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