En el despacho del ministro de Justicia y del Derecho, Néstor Iván Osuna Patiño, hay una camiseta colgada. Está enmarcada frente a su escritorio. En el pasado funcionó como lienzo, el lienzo de César Rueda, un recluso que, estando condenado a 36 años de cárcel, pintó su uniforme y ganó un concurso de arte el año pasado.
Es un símbolo de reconciliación, de segundas oportunidades. Con esa misma filosofía, el ministro Osuna viene tratando de implementar iniciativas que hagan más humana la situación de las personas privadas de la libertad.
No obstante, la principal de esas acciones, la que intentaba darle un giro a la política criminal colombiana, se estancó antes de siquiera arrancar sus controversias formales. El jefe de cartera insiste en la necesidad de convertir el esquema penitenciario nacional, así como la política que enfrente al crimen, en algo más humano.
¿Por qué humanizar el sistema carcelario?
Porque el actual no está cumpliendo su función. Nosotros tenemos un sistema penitenciario que es muy costoso. Muy costoso, quiero decir, tres billones y medio de pesos al año. Lo que vale no sirve ni para brindarle seguridad a la ciudadanía, y es muy importante que la ciudadanía sienta que, a partir de ese esfuerzo económico, vivimos tranquilos.
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No estamos logrando que las personas que pagan una pena de cárcel tengan mucho menos riesgo de reincidir. Además, tenemos en las cárceles unas escuelas del delito, una situación de vulneración de derechos humanos, una crisis. Ya es insoportable. Por eso es necesario cambiarlo por un sistema que brinde todo lo que el actual no brinda.
Lo mejor que le puede brindar un sistema penitenciario a la ciudadanía es que cuando me encuentre en la calle con una persona que estuvo en la cárcel no me dé miedo. Lo mejor es que esa persona tenga su trabajo, su familia, se reintegre plenamente a la sociedad.
Precisamente, ese cambio venía de la mano del proyecto de ley de humanización carcelaria, que usted presentó en el Congreso, pero en la legislatura pasada no tuvo ni siquiera primer debate. ¿Qué pasó?
Mire, la agenda legislativa de la legislatura pasada era muy ambiciosa. Muchos proyectos de ley, primer año con el Congreso, mayorías distintas a las usuales; por supuesto que tenía mucha mayor importancia la reforma a la salud, la reforma laboral, la pensional, el Plan de Desarrollo. Eso fue aplazando este proyecto.
Sin embargo, eso nos sirvió para hacer pedagogía durante seis meses. Entonces, ahora en julio, cuando lo volvamos a presentar, ya hay mucho trabajo adelantado para que se tramite.
Ustedes lo vuelven a presentar, ¿y qué cambios sustanciales se hicieron durante este período?
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Las ponencias para primer debate quedaron listas. Los principales cambios están relacionados con, digamos, suprimir la eliminación de unos delitos que el proyecto original contenía: lo de la inasistencia alimentaria, lo del incesto y algunos otros. Nos vamos a concentrar en la política carcelaria.
Lo otro son algunos porcentajes, algunas cositas. El permiso de las 72 horas de salida cada tres meses era a partir del 40% de la pena, ahora es desde el 50%. Algunos porcentajes varían, pero la idea general se mantiene.
Se sabe que, como gobierno, para intentar el trámite legislativo, se cede ante peticiones de algunos sectores. Pero Néstor Osuna, como académico, como persona que planteó ciertos aspectos desde el principio, ¿qué piensa de que se elimine, por ejemplo, la eliminación del incesto?
Los consensos son importantes. Las mayorías son importantes. Entonces, si en el ambiente parlamentario y en ciertos ambientes sociales no había clima para eliminar el incesto, pues no pasa nada.
Lo más importante es que el sistema penitenciario sirva para ofrecerle seguridad a las familias colombianas, para resocializar a los presos, y luego habrá ocasión de discutir esos otros temas.
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