Llegamos al tercer año de la postpandemia aun con rebrotes en gran parte debido a los enemigos de la vacunación. Esa pandemia de la irracionalidad ya va a peinar canas y cada día se hace más virulenta. Vivimos la época del Gaslighting, “la propensión a aceptar una idea como cierta con base en emociones más que en hechos” como lo cita Moisés Naím.

El ataque ruso sobre Ucrania que es un fracaso militar puso ahora al criminal de guerra Putin y sus secuaces a agotar la población civil ucraniana con ataques cobardes de misiles desde Rusia sobre la infraestructura y la población civil. Eso crea un riesgo grave de extender la guerra a territorio ruso, pues para neutralizar esas baterías misilisticas hay que atacar territorio ruso. Un neofascista surgido de lo más oscuro del comunismo soviético, en su megalomanía e incompetencia arriesga que lo que él arrancó como una labor de eliminar un estado se vuelva un conflicto mayor. Hasta donde podrá llegar ese déspota y hasta cuándo será acompañado por la dirigencia rusa será algo que sabremos en 2023. Y pensar que el mamertismo latinoamericano es prorruso.

La gran incógnita es qué tan sostenible es para China su paradójico modelo híbrido de economía capitalista y política monopartidista comunista. El premier Xi Jin Ping quiere profundizar la autocracia con el trasfondo de la ralentización de su crecimiento económico, normal, por la ley de los rendimientos decrecientes propia de los crecimientos exponenciales. Xi Jin Ping quiere referenciarse a Mao, pero son otros tiempos. La China de Mao era un país campesino con población en extrema pobreza, mientras que la China de Xi Jin Ping es hoy la segunda economía mundial y tiene una creciente clase media que ya conoció las mieles del mercado. Las manifestaciones antimedidas covid, dan una muestra de lo que es la nueva sociedad: no son campesinos analfabetas, son ciudadanos urbanos empoderados. Esa paradoja del modelo hibrido corre el riesgo que Xi Jin Ping apele al nacionalismo para unir pueblo y gobierno atacando Taiwán. Eso crearía un conflicto mayor en el corazón del mundo que haría ver lo de Ucrania como una guerra local. Si a eso le sumamos el cada día más beligerante dictador de Corea del Norte, la tensión podría subir a límites insospechados.

Gran parte de lo que está sucediendo se debe al progresismo que se tomó el estado gringo y hoy lo tiene en decadencia. El enredo de la política interna gringa se ha reflejado en su política exterior, desastrosa desde George W. Bush. El progresismo de Obama, dijo un analista de Foreign Affairs, permitió la creación del Estado Islámico y, agrego yo, la izquierdización de América Latina y la consiguiente influencia de China en el subcontinente. Hoy después de las elecciones de mitad de período las cosas siguen igual en Estados Unidos, aunque con síntomas de alguna mejoría. Hoy hay un mundo más multipolar y veremos cómo funciona eso en 2023.

El mal manejo económico de la pandemia con un gasto público desbordado en aras de la “equidad” social llevó al planeta a una senda inflacionaria controlada con subida brutal de las tasas de interés, lo que amenaza una recesión global en 2023. ¿Cada vez cuesta más tiempo salir de las recesiones, cuanto podría durar la de 2023?

América Latina entra en el tobogán de inestabilidad política después de jugarle al populismo de izquierda. Perú y Chile se debaten en problemas políticos, Argentina una vez más en económicos, mientras Brasil inicia con Lula manejando crisis económica a diferencia de su primer período. Venezuela, a lo Cuba, sigue enterrado en su estado fallido, pero ahora con Maduro como el mejor amigo de Petro.

Colombia, además, se juega la profundización del modelito petrista en las elecciones regionales y locales, que puede hacer que a la distancia, 2022 no sea un año tan malo.

2023 pinta como un año en que vamos a vivir peligrosamente.

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