Aunque no ha empezado formalmente la campaña por la Alcaldía de Cúcuta, en distintos escenarios se oyen propuestas, algunas sensatas y otras absurdas. Entre estas últimas llama la atención la de convertir a la ciudadela de Atalaya en municipio. Este mensaje, que ilusiona incautos y captura votos, vendiendo la idea de que así se superarían los problemas de la ciudadela, hace parte de la parafernalia populista o, mejor aún, del subdesarrollo político.
‘La unión hace la fuerza’ es una prédica universal. Si imaginamos la sociedad como organismo y la comparamos con el cuerpo humano, siguiendo a Spencer, ¿a quién se le ocurriría amputarse las piernas o las manos? Coger la espada y cortar por la mitad a San José de Cúcuta, a la manera del rey Salomón, es sacrificarlo todo.
Nuestra ciudad, que ayer cumplió 290 años, se ubicó como la sexta más poblada del país según el censo de 2018, con 711.000 habitantes. Pero gracias a la creación del municipio de Atalaya, pasaría a ser la 18ava, superada entre otras por Ibagué, Santa Marta, Pereira, Manizales, Armenia, Neiva, Pasto, Valledupar, Montería, Tuluá, Palmira y Tunja. Se necesita ser muy corto de visión para querer empequeñecer tanto.
La historia enseña mucho. La fuerza de los Estados Unidos, China o Rusia radica en su grandeza territorial y demográfica. Brasil se mantuvo unido, mientras que la América española se volvió un absurdo rompecabezas de 18 estados. Por algo, los canadienses, reconociendo las diferencias de Quebec, no permiten su separación; ni los españoles la independencia de Cataluña. En sentido contrario, la gran Yugoslavia del mariscal Tito dejó de serlo, porque ahora hablamos de Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Kosovo. No me imagino a los habitantes de los estados de Oklahoma y Mississippi, los más pobres de Estados Unidos, buscando separarse.
Los problemas de la ciudadela de Atalaya son múltiples. Pero para superarlos, hay que entender sus causas y metamorfosis. Darle el estatus de municipio es un salto al vacío, que no solucionaría nada y, en cambio, crucificaría a San José de Cúcuta.
Todo comienza con una pobre radiografía de la democracia. Atalaya ha alcanzado importante representación a nivel gobernación, asamblea departamental y concejo de Cúcuta en las últimas décadas. Pero poco compromiso ha habido con la ciudadela. En cambio, las maquinarias han sido artífices de la compra regular de votos, aprovechándose de las necesidades de sus habitantes. En esa degradación, el imaginario de Atalaya municipio sería un monumento al fracaso.
Desde luego, hay que atender con vigor y mucha seriedad los distintos problemas de la ciudadela. La descentralización institucional debe ser no solo municipal, sino también departamental y nacional, llevando inclusive todo lo que falte del sector privado. Es increíble que no opere una notaría, que no haya un hospital con adecuada dotación y tecnología, que la infraestructura escolar esté tan deteriorada, que muchas de sus vías tengan incontables cráteres, y que los servicios sean tan deficientes y costosos.
Uno de los mayores problemas de la ciudadela gira en torno a la propiedad sobre la tierra y sus inmuebles. Mucha gente vive bajo posesión y mejoras desde hace años. Casi que una acción colectiva debería desarrollarse para formalizar predios y registrarlos en el catastro, haciendo propietarias a miles de familias.
Podemos recuperar la ciudadela de Atalaya. La fórmula es simple: adoptemos con rigor la definición liberal del Estado según la cual debería comportarse como buen árbitro entre las diferentes categorías sociales. Que usted trabaje más que yo y viva mejor, vaya y venga, pero que, en lo público, es decir, las vías, los servicios, la seguridad, el hospital o los colegios, se nos garantice a usted rico y a mí pobre, exactamente lo mismo por parte del Estado, en este caso el Municipio, en verdadero equilibrio de justicia.
Hagamos equipo por Atalaya. Todo está por hacer, con firmeza política y corazón social.
jaime.bue@hotmail.com