Es muy raro que en relaciones internacionales existan temas de blancos y negros. Usualmente la sutileza y contexto ofrecen matices de gris requeridos para entender los problemas. En el caso de la invasión rusa, inequivocablemente Colombia debe apoyar a Ucrania, no hay punto intermedio ni interés estratégico que permita justificar a Rusia. La culpa no es de occidente por la expansión de la OTAN ni Rusia-Ucrania se puede asimilar al conflicto Palestina-Israel. Simplemente esto es un atropello de derechos humanos. Colombia debe alinearse correctamente con los valores democráticos de Occidente, cada centímetro que cedemos de libertad después se vuelve costoso de recuperar.
Las acciones de guerra no son lugares para encontrar la virtud de los países, pero existen reglas cuya violación tiene consecuencias; la Convención de Ginebra construyó protocolos de procedimiento y los juicios Núremberg precedentes sobre sanciones a dirigentes y funcionarios. También se precisaron los crímenes en contra de la paz, donde la conspiración para invadir un país o violar tratados internacionales es censurable. Rusia es culpable como mínimo de tratar de debilitar democracias en su entorno como Georgia o Ucrania.
Es en los crímenes de guerra, donde apoyar o justificar la posición rusa cada vez es menos tolerable. En la devastación no requerida por necesidad militar como el bombardeo de colegios y hospitales en Kiev. En Mariupol se configura la destrucción gratuita de ciudades enteras. Human Rights Watch viene documentando en Chernihiv, Kharkiv, y Kiev violación sexual recurrente, ejecución extra judicial de prisioneros de guerra y hurto de propiedad privada. Sin duda, una vez termine el cese de hostilidades, vendrán casos judiciales.
En otro momento, se entenderían las ambiciones imperiales de Rusia como un ejercicio de poder, inclusive este era su compás diplomático durante la guerra fría. En el siglo XXI no nos podemos alejar de un sistema internacional basado en reglas a uno donde el poder tiene la razón. Los temores de Rusia no son justificación para su invasión no provocada. Tampoco se puede permitir que Rusia conspire con grupos extremistas usando las reglas de las democracias para destruirlas.
Sabemos que Rusia es el mayor proveedor de armas de Venezuela y que tropas rusas ofrecen entrenamiento al ejército del país vecino. Alex Saab manejaba el triángulo comercial entre Teherán, Caracas y Moscú. Inclusive PSDVSA cometió el error de ubicar su empresa de comercialización para Europa en Rusia en búsqueda de quedar exenta de sanciones económicas. Durante las semanas del paro, Mindefensa acusó que una parte del movimiento en redes anti-sistema venía geográficamente de Rusia y Venezuela. Es coincidencia tras coincidencia.
EEUU se equivocó cuando toleró el uso de armas químicas de Siria apoyado por Rusia. La aparatosa salida de Afganistán mostró un país errático e inconsistente con sus aliados, Rusia se envalentonó pensando que podía hacer lo que quisiera. Estos errores hacen aún más evidente la necesidad de dejar de mostrar debilidad. Todos los esfuerzos para frenar la violación de derechos humanos de Rusia son importantes. Quién sabe, mañana puede que seamos nosotros quienes necesitemos ayuda.