La violencia que generan ha traído zozobra, intranquilidad y pánico a la población, que incluso ha sufrido de desplazamiento dentro de la ciudad, dejando todo atrás, sometidos por la delincuencia.
En una entrevista publicada en el diario El Tiempo, el alcalde Víctor Hugo Vidal indicó que “son contundentes los resultados que han logrado las autoridades en cuestiones de capturas, armas y presencia. Algunos barrios se encuentran controlados, Hay capturas de cabecillas de las bandas que están haciendo daños en la zona, se han incautado armas.”. Alcalde, esta situación se le salió de control. La solución no es más policía o ejército, es garantizar acceso universal a bienes públicos de óptima calidad; es más educación, justicia, salud y saneamiento básico.
Lo que se sufre en este municipio tiene un denominador común con la mayoría del país. La ausencia del estado y el proyecto político del narcotráfico, tienen a la gente a merced de la violencia y de la corrupción; son estos los fundamentos de su imperio criminal. Por eso pregunto: ¿cuántas bandas como las mencionadas han pasado por Buenaventura? El alcalde mencionó que se han hecho más de 74 capturas entre las cuales hay varios cabecillas. Sin embargo, los incentivos perversos que genera un contexto socio-económico inhumano, hacen imposible la labor de cualquier autoridad. Buenaventura está sometida, sitiada, humillada, donde las estructuras criminales se reciclan y se disputan a sangre, fuego y corrupción el dominio del territorio y el control de la población.
Todo esto sólo demuestra el círculo vicioso que hay entre narcotráfico, corrupción, complicidad de algunas autoridades y violencia, donde los únicos afectados son los más vulnerables. La guerra contra las drogas debemos terminarla. En 50 años solo nos ha dejado muertos y corrupción. Si lo que pretendemos en serio es acabar con el narcotráfico, el único camino es la regulación de todas las sustancias para que el tráfico de drogas ilícitas deje de ser negocio.
¿Por qué se insiste en invertir recursos del estado en una guerra inmoral? ¿Vale la pena seguir perdiendo miles de vidas al año por la violencia que produce? ¿Quiénes hacen parte del establecimiento prohibicionista o del proyecto político del narcotráfico? ¿A qué intereses favorece la guerra contra las drogas que sustenta el negocio ilícito? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden? ¿Cuándo vamos a decidirnos proponer una nueva política de drogas fundamentada en la evidencia, los datos y la experiencia histórica?
El enemigo no son las drogas, es el abuso o mal uso que los seres humanos hemos hecho de estas. Si logramos proponer una nueva política sobre esta premisa básica, tendremos un avance definitivo para salir de esta guerra que solo beneficia a unos pocos. Nunca me rendiré en esta causa, como generación tenemos la obligación de superar la guerra contra las drogas.