Mantener una actitud positiva en medio de tanta noticia nefasta, no es una terea sencilla, sin embargo solo quienes logran sobreponerse a las circunstancias difíciles, son quienes triunfan en la vida. Está en nosotros como ciudadanos, decidir que hacemos con nuestra ciudad y departamento.
Podríamos simplemente dar la espalda a los problemas, esgrimiendo la consigna “sálvese quien pueda”, que no es otra cosa que hacerse cómplice de tanto desmán que se ha cometido, o constituirse en parte de la solución, impidiendo que Cúcuta y el departamento sea, como dicen desafortunadamente algunos, el lugar en que “usted puede hacer lo que se le da la gana”.
La decisión la tenemos los ciudadanos, podemos juntar las manos y construir juntos. El individualismo nos ha hecho daño, pues no aprendimos a trabajar en equipo, nos cuesta ser socios. Prueba de ello es que los pocos desarrollos empresariales de nuestra ciudad son familiares, pareciera que el haber sido comerciantes durante tantos años, solo nos enseñó a competir a diario entre nosotros.
Hoy tenemos un nuevo reto si queremos cambiar el rumbo de nuestra ciudad, si queremos un horizonte lleno de esperanza. No podemos quedarnos llorando sobre la leche derramada, por el contrario, debemos aprender de los errores, para no volverlos a cometerlos. Si no construimos una agenda clara de desarrollo y definimos un modelo económico propio no podremos transformar la realidad de nuestra ciudad y departamento.
Es el momento de prepararos para la bonanza que viene para Cúcuta y la región, si queremos disfrutar de ella y dejar establecida una clase empresarial que transcienda y mejore las condiciones de desarrollo del departamento. He criticado y criticaré la dependencia de nuestro modelo económico de Venezuela, por ello es que lo que viene debe ser visto como la plataforma de posicionamiento de una industria capaz de permear mercados internacionales, cumpliendo con estándares de calidad y procesos de exportación. Cuando Venezuela empiece su proceso de reconstrucción, el cual durará un tiempo similar al que les ha tomado desbaratarla, nuestra clase empresarial debe estar lista para suministrar todo lo necesario para dicho proceso, no como su único mercado, sino aprovechando el costo de oportunidad de su posición estratégica en zona de frontera.
No podemos pensar solo en poner bodegas para traer productos manufacturados traídos de otros lugares, pues volveríamos al modelo que nos enriqueció en los años setenta y ochenta, pero que nos hizo dependientes y posteriormente nos sumió en la actual crisis. Eso será comida para hoy y hambre para el futuro.
Tenemos la obligación moral de escoger las personas que liderarán ese cambio, porque si no los mandatarios se dedicarán cuatro años a hacer saques de honor en torneos de fútbol que llevan su nombre; y a ferias y fiestas, que no transforman la realidad. Debemos apostarle a un pacto por la competitividad y productividad, que garantice una agenda clara de inversión de recursos, si queremos en realidad cambiar la realidad de nuestra ciudad y el departamento.