En Chile, el soberano elegirá el próximo fin de semana los 155 constituyentes que redactarán la nueva Carta Política, a lo que accedió el gobierno presidido por Sebastián Piñera, luego de las protestas violentas de octubre de 1919.
La actual Constitución fue la que dejó el general Augusto Pinochet y con la que gobernaron cómodamente y sin tropiezos varios presidentes: socialistas como Michelle Bachelet en dos ocasiones; Patricio Aylwin y Eduardo Frei, con la Democracia Cristiana; Ricardo Lagos, con el Partido por la Democracia, socialdemócratas de centroizquierda, y el mismo Sebastián Piñera en dos ocasiones. Estos presidentes nunca tuvieron inconveniente en entregar a su sucesor la jefatura del Estado al cumplir el periodo constitucional.
En Colombia, cuando la Asamblea Constituyente proclamó la nueva Carta Magna, veníamos de una Constitución con 104 años de vigencia, la denominada “de Núñez y Caro”, cuidadosamente retocada por el bipartidismo, no sin rifirrafe cuando no había acuerdos previos entre los actores mayoritarios. Y el Código Superior que le sucedió, proclamado el 4 de julio de 1991, fue un contrato social estudiado y aprobado por las fuerzas políticas que concurrieron a la citada Asamblea: Partido Liberal, Partido Conservador, Alianza Democrática M-19, Unión Patriótica, Movimiento de Salvación Nacional, Autoridades Indígenas de Colombia (AICO), Grupo guerrillero Quintín Lame, Movimiento Unión Cristiana, Partido Revolucionario de los trabajadores y Ejército Popular de Liberación. Es decir, fue abierta, participativa, democrática, inclusiva. Fue una forma de unir al país y evitar reproches de imposición. Todos la aprobaron, porque no recuerdo reproches con posterioridad a su sanción.
Tradicionalmente se ha dicho que el constituyente es sabio, pero muchas veces pudiendo actuar de esa manera se desvía del camino. El problema son los elegidos, porque llegan a defender intereses de todo orden. Por ejemplo, la Asamblea Constituyente de 1991, soberana como lo fue, pudo haber solucionado muchos problemas que hoy los ciudadanos reprochan en las calles y en redes sociales. Ejemplos al canto: pudo haber hecho la reforma judicial por la que tanto se clama ahora, y lo que hizo fue burocratizar y politizar aún más el sector. Lo primero, al crearle otra Corte innecesaria; lo segundo, al entregarle funciones electorales a las Altas Cortes, con lo cual las politizó y las puso a exigir chanfaina para sus familiares y amigos con los servidores que ayudó a elegir. Otras: 1. Pudo disminuir el número de curules en el Congreso de la República. 2. La fórmula de liquidación del salario exagerado de los congresistas y otros servidores públicos fue diseñada por la citada Asamblea. 3. Pudo hacer la reforma política,y hoy, en cada legislatura, hay un proyecto de ley intentándolo. Nada de eso se hará a través del Congreso, no seamos ilusos, porque los congresistas no “atentarán” contra sus prerrogativas, y si intentan reformar a las otras ramas, serán conminados con investigaciones.
Todo esto fue diseñado en la Constituyente por la mayoría de partidos y movimientos políticos señalados anteriormente, junto con etnias y grupos religiosos, etc., y muchos miembros de esos partidos hoy están en las calles protestando contra lo que ellos mismo hicieron, lo cual es incomprensible. Claro, sin desconocer que hay reclamaciones justas y legítimas.