El pasado fin de semana todos los medios de comunicación hicieron de caja de resonancia anunciando que Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, se reuniría en La Habana con la cúpula de los negociadores de las Farc para hablar sobre el posconflicto y la famosa constituyente, y no faltó el malicioso que, con razón, dijera que Petro Urrego está allanando el camino para que se le permita ser el candidato presidencial por este grupo, hoy irregular, en las elecciones de 2018.
Desde luego que el señor Gustavo Petro tiene todo el derecho de elegir y ser elegido, no faltaba más, y de aspirar a la presidencia de la República, destino “que la democracia depara a sus mejores hijos”, como suele decirse, y negociar con su gente una candidatura suya. Pero es el constituyente primario el que tiene que evaluar la hoja de vida del aspirante, entendiendo como tal no la hoja de papel donde se consignan datos personales y se agrega la fotografía, sino su personalidad, ejecutorias y consecuencias de una Presidencia suya.
Cuando Petro se presentó como candidato a la Alcaldía de Bogotá con su programa Bogotá Humana, y triunfó, no fue por las bondades de dicho programa, al que hay que reconocerle que en el aspecto social avanzó, sino por la división de sus contendores Enrique Peñalosa y Gina Parody.
Los bogotanos no olvidarán que lo que pudo ser una alcaldía de ejecutorias, lo fue de agresividad, arrogancia y profundización calculada de la división de clases sociales, al mejor estilo de la vecindad.
Ahora ese programa los Progresistas de Petro lo quieren implementar a nivel nacional con la denominación Colombia Humana, adobado con su “preocupación” por el cambio climático.
He leído varios titulares en ese sentido: “De la Bogotá Humana se tiene que pasar a una Colombia Humana”, “Progresistas quieren ser una ‘Colombia Humana”.
En las elecciones de autoridades locales el pasado 25 de octubre los bogotanos, después de cuatro años de pesadilla, descalificaron ese programa, y desde ese mismo día bajó la tensión y nerviosismo en que el burgomaestre mantenía a los capitalinos.
Respecto a la Asamblea Constituyente, que los americanos denominan Convención Constituyente, sólo podemos repetir lo dicho: de nada vale desgastarse tres o cuatro años en ardua negociación si se va a convocar una Constituyente donde se puede destrozar todo, por aquello de que se pueda declarar soberana, bajo la mirada impotente o complaciente del gobierno nacional, porque no sabemos. No se convoca una constituyente sólo para refrendar, sino para redactar total o parcialmente una Constitución, y ese no es el caso.
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La colonia convencionista se viste de luto con el fallecimiento del amigo Daniel Machuca Meneses, perteneciente a una familia de comerciantes hechos a pulso y dedicación que se asentó en Cúcuta hace poco más de dos décadas. A su esposa Virgelma García y a sus hijos Jonathan, Mónica Julio y Sharik mis más sentidas condolencias.