Colombia puede ser uno de los países del mundo más peligrosos para ser mujer. Según cifras del DANE, en nuestro país las mujeres y las niñas son el 51 % de la población. En 2016, de acuerdo con los últimos datos de la Corporación SISMA Mujer, ellas representaron más del 59 % de los casos de violencia intrafamiliar; el 85,32 % de los casos de violencia sexual y se convirtieron en el mayor porcentaje de víctimas de homicidios perpetrados por la pareja o ex pareja.
Las recientes denuncias de mujeres líderes de opinión, sobre situaciones de abuso, maltrato y violación, vuelven a poner el tema sobre la mesa. Los informes nos muestran que este tipo de violencia no está concentrada en algunas regiones, sino generalizada en todo el país. Así lo indican el Instituto de Georgetown para la Mujer, la Paz y la Seguridad y el Instituto de Investigación de la Paz de Oslo, autores en el 2017 del primer índice de género en el que midieron el bienestar de las mujeres en relación con factores como la inclusión, la justicia y la seguridad.
Este índice, nos muestra que la puntuación de Colombia cayó a 120 en la dimensión de seguridad, y que nuestro país obtuvo un ranking general de 96/153. En realidad, todos sabemos que hace falta voluntad del sector público y del sector privado para una verdadera promoción de la equidad entre mujeres y hombres y la garantía de su seguridad. Es cierto que nuestro país no está aislado en esta problemática.
De hecho, según cifras de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), en promedio, al menos 12 mujeres son asesinadas cada día en Latinoamérica por condiciones de género. Sin embargo, esto no puede ser una excusa, pues por nuestras cifras internas, pareciera que hubiéramos desarrollado una alta tolerancia hacia este tipo de violencia y su crudeza. Las mujeres están pidiendo un cambio, y el país no puede seguir negándose a escuchar.
Comparto las palabras del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que en su discurso de apertura del Foro Económico Mundial en Davos, esta semana, desafió a los líderes de las corporaciones más grandes del mundo y a la institucionalidad pública, a proteger a las mujeres y a potenciar su rol en el desarrollo de los países. Como bien lo dijo el Primer Ministro, el tiempo de escuchar y aprender ya pasó; ahora, es tiempo de liderar, tomar en serio cada denuncia y resolverla. En el caso colombiano, cada minuto cuenta.