El lunes pasado se lanzó la cartilla “Seamos Panarceros” que es el resultado de un trabajo conjunto entre el Grupo de Estudios sobre Migraciones Internacionales y Vulnerabilidad (Gemiv) de la Facultad de Sociología de la Universidad Santo Tomás, el Laboratorio de Antropología Abierta, la Asociación Distrital de Trabajadores y Trabajadoras de la Educación (ADE) y la Red Iberoamericana de Investigación en Imaginarios y Representaciones con el apoyo decidido de la Agencia Alemana de Cooperación, GIZ.
El problema más grande que pueden tener los niños obligados a emigrar de sus países por razones políticas es que ellos no comprenden, además del desarraigo, el tener que incorporarse a otra comunidad de niños desconocidos de la nacionalidad que los acoge.
El proyecto comenzó por un estudio de los imaginarios de los niños en colegios de Bogotá y de Cúcuta acerca de sus contrapartes colombianos y venezolanos. A partir de esa primera indagación, los investigadores comprendieron la necesidad de los niños de conocer sus raíces y las de los otros niños que comparten las aulas con ellos; también entendieron que sus historias y problemas son comunes cuando ellos vienen de Venezuela y Colombia, países que no solo comparten frontera sino que en algún momento fueron una sola nación.
La cartilla fue inicialmente validada en varios talleres en colegios de Bogotá y Cúcuta. Con los resultados obtenidos se elaboró la cartilla que se acaba de lanzar. En su formato final, la cartilla tiene una edición impecable y ya se está utilizando en el Colegio Camilo Daza que alberga un número grande de estudiantes venezolanos.
En el último mes se hicieron más de 100 talleres con profesores y con niños utilizándola como herramienta de trabajo en convivencia escolar. El diseño claramente está orientado a los niños: son figuras muy tiernas, tipo caricatura, que comienzan con el viaje de María Helena y su experiencia al tratar de cruzar la frontera cerrada entre Táchira y Norte de Santander. Después de ilustrar lo que es una frontera, hay un mapa en el que los niños se pueden situar fácilmente y entender qué es Venezuela y qué es Colombia y cómo es posible pasar de un país a otro. Y luego dibujan cómo fue la Gran Colombia, para mostrar que tenemos los mismos orígenes y los mismos derechos. Pero, además, deben escribir sus propias experiencias para aproximarse a entender las dificultades, los anhelos y los sueños que todos ellos comparten. En conjunto, panas y parceros se unen para eliminar la xenofobia y sobre todo el temor al otro y lo que la alteridad puede significar.
Muy importante es pedirles que se pongan en los zapatos del otro.
Me he extendido en la descripción de la cartilla porque creo que este es un ejemplo de trabajo de investigación en el aula que debería ser adoptado a todos los niveles para que, a través de la educación, podamos entender a los que han tenido que dejarlo todo por razones políticas y económicas y vienen a contribuir a nuestra propia economía y progreso, siempre y cuando los aceptemos y ellos acepten nuestras leyes y nuestras normas.
En todas las sociedades vamos a encontrar malhechores, ladrones, sicarios y asesinos. En todas vamos encontrar voces que nos dicen que esas personas han sido obligadas a ser criminales porque el Estado no les da medios de supervivencia ni les ofrece trabajo. Esto no es propio solo de los inmigrantes; desafortunadamente, la mayor parte de los delincuentes son colombianos.
Pero siempre existirá un chivo expiatorio a quien echarle la culpa de lo que son las fallas de nuestra propia sociedad. ¡Qué bueno que pudiéramos tomar el ejemplo brindado por la Universidad Santo Tomás y el Laboratorio de Antropología Abierta para que diseñemos talleres de convivencia, que con el apoyo de las gobernaciones y las alcaldías y la participación de la academia, pudieran reducir a través de la educación los índices de delincuencia que nos asfixian!