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Cubanos: en el paredón o en la selva
Lo que estamos viendo es la repetición de una vieja película. El comunismo produce esa miseria humana. 
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Domingo, 31 de Julio de 2016

El espectáculo de los cubanos atrapados en Turbo y que el Gobierno deja marchar sin inmutarse hacia la muerte en la selva, parte el corazón.

Si uno se pregunta por qué el Gobierno no se inmuta ante semejante tragedia, por qué su indiferencia, su desvío y su crueldad, tiene la respuesta fácil: porque huyen del paraíso comunista de Cuba y Santos no hará nada que moleste a ese macro asesino que es tan su amigo y responde al nombre de Raúl Castro.

El paraíso comunista es el que nos tienen recetado. Porque es magnífico. Da gusto ver esos bandidos de las Farc, gordos, rebosantes de salud, llenos de ron y mermelada, viviendo en el hotel más caro de América, por cuenta suya, querido lector. Imposible salir ahora con el cuento de que así no viven sino los huéspedes ilustres de la tiranía, siempre que paguen, por supuesto, mientras que el pueblo anda tan enloquecido y desesperado que prefiere morir en la selva a volver a su tierra, a su solar nativo, a estar con su gente, en su medio, en su casa. Cualquier cosa, menos la tiranía de los Castro.

A los cubanos de Turbo los estamos matando entre muchos. Entre el Gobierno izquierdista de Panamá que les cerró el camino hacia el Norte; el Gobierno idiota de Colombia que los tiene enjaulados en una prisión inmunda, salvo que quieran salir hacia Capurganá y la selva, a una muerte segura; la Cruz Roja, que no se ocupa de ellos, como fuera su deber misional; la cúpula de la Iglesia católica que los desprecia, porque no son comunistas; y la opinión pública idiotizada y perversa, que anda lo más divertida con el espectáculo, como cuando en el Coliseo de Roma la gente aplaudía al león que se comía algún cristiano. Siempre ha sido divertida la crueldad.

Nos extraña que su santidad Francisco no tenga una palabra para los cubanos que seguramente está viendo morir. Sus palabras encendidas de amor por los refugiados sirios, conmueven la conciencia del mundo. Los refugiados cubanos no le merecen una sola. Los refugiados colombianos, tampoco. Los venezolanos que por centenares de miles han abandonado su patria, no han recibido el consuelo de su solidaridad paternal. ¿Qué pasa con su santidad? ¿Jesús no vino al mundo sino para proteger a la izquierda y dejó a un lado las víctimas de la izquierda?

No cabe duda de que los cubanos de Turbo están ilegalmente en Colombia. Todos los refugiados son ilegales para alguien. ¡Qué duda cabe! Ahora sabemos que los empresarios de ese éxodo han comprado funcionarios de la Cancillería. Como aquí no existe la culpa in eligendo y la culpa in vigilando, la Canciller no tiene nada que ver en el asunto. Y Santos que tiene esa canciller, tampoco.

Pero lo cierto, lo único seguro, es que esa gente está aquí. Y que se muere de necesidad y de abandono. Y que prefieren esos desgraciados que los maten las fieras en la selva a que los despedace Raúl Castro, el otro nuevo mejor amigo. Y nadie dice nada. Nadie.

Lo que estamos viendo es la repetición de una vieja película. El comunismo produce esa miseria humana. 

Y no aprendemos. Los grandes escritores del Siglo XX lo contaron una y otra vez. Vassili Grossman, Pasternak, Solshenitsyn, Gheorghiu, Revel, Hayek, Levy, dedicaron lo mejor de sus obras portentosas a desnudar esos regímenes.

Y como si nada. Este sábado vimos salir a los más audaces del grupo cubano tomar una lancha para luego internarse en la selva hacia una muerte segura. A los más débiles los vamos a matar en Turbo, víctimas de cualquier epidemia. Pero no importa. Son los fugitivos de Castro, el héroe de nuestra paz. Está abierto el camino por el que nos llevan a un mundo como el de los cubanos. A transitarlo, pues.

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