Próximamente el congreso cafetero deberá designar al nuevo gerente de la Federación de cafeteros.
Unas preguntas que han circulado últimamente, a propósito de este evento, son las siguientes: ¿debe el Gobierno designar al nuevo gerente?, ¿debe imponerlo?, ¿debe enviar al congreso de los cafeteros un guiño tan fuerte, que reduzca a una mera formalidad la decisión que, jurídica y estatutariamente, corresponde a los delegados?
Es natural y lógico que cualquier gerente de la Federación de Cafeteros deba contar con la confianza del Gobierno. Y aún más: debe tener línea directa con el presidente de la República, como siempre se acostumbró en el pasado.
No podría ser de otra manera: la Federación de Cafeteros (gremio privado) administra por contrato el Fondo Nacional del Café (recursos parafiscales de carácter público) y, por lo tanto, debe prevalecer una fluida comunicación y un clima de confianza y respeto en las relaciones entre el gerente de la Federación y el alto Gobierno.
No sería entendible un gerente que no gozara de la confianza del Gobierno de turno, o que estuviera en permanente conflicto con los ministros que asisten al comité nacional o con el presidente de la República.
Pero lo anterior es bien diferente a que sea el Gobierno quien imponga al gerente. Debe recordarse que la Federación es un gremio privado. Y por tanto a quienes corresponde la designación es a los agremiados. Y solo a ellos.
O sea a los cafeteros. Que para el efecto son los delegados de los quince comités departamentales reunidos en congreso nacional. Así lo dice la ley, los estatutos de la Federación. Y así lo exige el buen juicio.
La organización del gremio cafetero goza de una legitimidad que envidiaría cualquier otro gremio de los que funcionan en Colombia. En las últimas elecciones cafeteras participaron el 68 % de los cedulados cafeteros, para elegir a sus representantes en los comités municipales y departamentales.
Ningún elegido en Colombia: ni el presidente, ni los parlamentarios, ni los gobernadores o alcaldes son elegidos con una participación del 68 % del padrón electoral correspondiente.
De allí que desconocer la legitimidad democrática de los representantes de los cafeteros para elegir a su máxima cabeza sería un disparate monumental.
Un gerente de la Federación nombrado a ‘dedazo’ por el Gobierno sería algo muy nocivo para la organización cafetera y para el propio Gobierno. Para la organización de los caficultores, en primer lugar, pues ello significaría desconocer el derecho elemental que corresponde a los afiliados de todo gremio privado a designar a su representante legal. Y para el mismo Gobierno, pues se interpretaría como una invasión abusiva en los fueros de las bases cafeteras y de sus dirigentes.
El gerente de la Federación siempre se ha considerado como un árbitro ecuánime que tiene la capacidad de acercar y de transmitir en las dos vías los mensajes e intereses de los caficultores hacia el Gobierno, y de éste hacia las bases cafeteras. Tal es la esencia de lo que históricamente se ha denominado la “concertación cafetera”.
La Federación de Cafeteros está entrando en una delicada época de transición. Hay que modernizar sus instituciones. Hay que ponerlas a tono con los requerimientos nacionales e internacionales del Siglo XXI. Y un requisito indispensable del nuevo gerente para liderar con éxito esta inmensa tarea debe ser la capacidad de representar, con independencia y en buen diálogo con el Gobierno, los intereses de los caficultores. Que son y deben seguir siendo los auténticos mandantes de este gremio privado. Que a pesar de sus dificultades continúa siendo el más importante del país. (Colprensa)
* Exministro de Hacienda y de Agricultura.