Nuestra ciudad como el ave fénix sabe renacer de las cenizas y asombrar a propios y a extraños con la capacidad resiliente de sobreponerse a toda circunstancia difícil. Los diarios han dado cuenta hasta la saciedad que la ciudad se encuentra sumergida en una crisis, dados los cambios abruptos de la economía venezolana de la cual hemos sido un apéndice durante años.
Sentarse a hacer diagnósticos situacionales apocalípticos sobre la ciudad y confesar lo mal que estamos, es una práctica corriente y dañina en la que incurrimos muy a menudo en nuestra ciudad. Proclamar todo el tiempo que estamos mal no traerá bienestar y, menos aún, cambiará la realidad de Cúcuta. Debemos emprender una cruzada, que nos lleve a visualizar, por encima de toda circunstancia, lo bueno y positivo de nuestra ciudad. Debemos proyectar a Cúcuta como epicentro regional de desarrollo, teniendo en cuenta que la situación política de Venezuela no durará para siempre, y que por encima de las diferencias actuales, seguiremos siendo países hermanos.
El mundo entero conoció recientemente el moderno puente de Tienditas, gracias al concierto que se hizo en este lugar, y quedó impactado con tan importante obra de infraestructura, que aún no se pone al servicio binacional, pero que espera ser puesta en funcionamiento una vez se restablezcan las relaciones entre los dos países, convirtiéndose así en el principal corredor del desarrollo fronterizo. La plataforma está lista, pero los cucuteños tenemos que adecuar nuestro aparato productivo para ser punta de lanza en el proceso de reconstrucción del vecino país. Este requerirá todo tipo de bienes y servicios. Venezuela tiene reservas internacionales en toneladas oro, equivalentes a 12 veces las de Colombia, que no quede duda, es un país rico que podrá adquirir lo que necesite.
Recientemente abrió sus puertas el último centro comercial de la ciudad, con una inversión cercana a los 300 millones de dólares, ubicado cerca a uno de los pasos fronterizos, con estructura y diseño tipo mall americano, dejando entrever cómo la ciudad se prepara para recibir la bonanza que vendrá en los próximos años. Los consultores internacionales, no ven las circunstancias actuales, ven la proyección de futuro de nuestra ciudad, y por eso invierten sus capitales en Cúcuta.
Cambiemos nuestro lenguaje, profeticemos que Cúcuta es más de lo que unos cuantos pronosticadores de fracasos dicen. Decretemos que Cúcuta es la ciudad de la Esperanza; proyectemos una ciudad diferente en la que las grandes inversiones y proyectos se pueden hacer realidad; viene un buen tiempo para Cúcuta, preparémonos, no perdamos la oportunidad histórica de cambiar la realidad económica, política y social de nuestra ciudad.
Necesitamos construir juntos, sin mezquindad, sin individualismo, y profetizar lo que queremos ver: Cúcuta, polo de desarrollo binacional, esto será posible si todos los que amamos la ciudad, nos unimos para hacer un decreto profético para Cúcuta.