La actitud conformista de algunas personas raya en la negligencia, pareciera que nada les interesa, y dejan en manos de las autoridades el velar por la custodia del patrimonio público como si se tratara de una propiedad privada. Empecemos por recordar que el planeta es de todosy en consecuencia lo que pase en el, debe interesarnos y preocuparnos a todos.
El volar un oleoducto no es solo una atentado terrorista de un grupo al margen de la ley que ha identificado dentro de su estrategia militar este tipo de acciones, o el problema de una empresa petrolera que debe atender el derrame y poner fin a la contaminación ambiental que se presenta. Los efectos lesivos del derrame del crudo sobre nuestros recursos naturales, es irreparable. Por ello, no podemos pensar que solo se afecta un caserío, un rio o una comunidad. Se afecta el planeta entero y perdemos todos.
La siembra irracional de cultivos de uso ilícito, que tala y depreda nuestros ecosistemas, no es solo el problema de las autoridades que deben buscar a los culpables y castigarlos. Es un problema que nos afecta a todos, pues las inundaciones y sequias de los ríos, no son solo el producto de un cambio climático, sino de la depredación humana y el deterioro del ambiente.
No podemos permanecer en una evidente actitud pasiva con alto grado de complicidad, debemos unirnos en defensa de lo que nos pertenece, evitando el franco deterioro de nuestro hábitat. Si en lo rural es evidente el deterioro, en lo urbano la situación es peor. No podemos destruir lo que con dificultad nos ha costado construir.
Empecemos por decir que los parques son patrimonio de los ciudadanos y debemos usarlos y ocuparlos, para desalojar a aquellos que los han convertido en el lugar para consumir droga o delinquir. Los espacios públicos son de los ciudadanos de bien y sus familias y en consecuencia el Estado debe invertir en su mantenimiento e impedir que unos cuantos facinerosos se los apropien. No es aceptable, bajo ninguna circunstancia, que los espacios públicos tengan dueños y que se limite el acceso de las personas a ellos.
Las canchas y escenarios deportivos son de las comunidades y nadie puede volverlo su negocio particular. Ese es un atentado social, el privar a nuestro niños y niñas del disfrute de un escenario deportivo, pues cada niño o niña que hace deporte, es una persona menos en drogas o delincuencia. Ahora, todo aquel que rompe tableros, daña porterías de futbol o destruye sillas no atenta contra una cancha, lo hace contra nuestra juventud, privándola de un mejor futuro.
Podríamos enunciar faltas que a diariose cometen en nuestra ciudad, tales como parquear sobre andenes, cerrar vías, talar arboles, hacer sancochos sobre el pavimento, botar escombros al rio, tirar basura en las calles, en fin, la lista es interminable. Lo cierto es que si seguimos creyendo que todo esto es problema de unos cuantos, vamos a acabar con lo que tenemos. Es necesario que defendamos lo nuestro.