Al finalizar la época de Luis Alberto Moreno al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la escogencia del estadunidense Mauricio Claver rompió la tradición de presidencias de América Latina en la entidad. Sin pena ni gloria fue el tránsito del despedido funcionario, su promesa de ofrecer agresiva inversión de EE.UU. no se materializó. En el acto de “lagartería” diplomática más notable de la historia reciente, Colombia fue el primero en adherir y, a pesar de esto, perdió notable influencia. Ya que pronto empezará la selección de un sucesor, se debe volver a elegir un latinoamericano con buena relación con EE.UU. el papel del BID es demasiado importante en el desarrollo de la región, como para quedar paralizado en un debate anti-yankee.
Hay tradiciones en la diplomacia económica que, aunque no están escritas se cumplen, el Banco Mundial lo lidera siempre un estadounidense mientras que el Fondo Monetario un europeo. En contraste con la diplomacia común donde cada país ejerce un voto, en la económica los votos van en proporción a los aportes financieros de cada país. En el BID el presidente siempre era Latinoamericano con el vicepresidente viniendo de EEUU. Las vicepresidencias relevantes pertenecían a los mayores aportantes de la región, entre ellos Colombia. Bajo la saliente administración nos fue mal, no tuvimos vicepresidencia.
El presidente Trump rompió la lógica histórica para que el BID por primera vez lo liderará un estadunidense, su asesor del Consejo de Seguridad, Mauricio Claver. Con una narrativa anti-China, la promesa fue que EE.UU. comenzaría un nuevo capítulo con América Latina en el que el BID sería el eje central para estrechar los vínculos económicos. No solo Claver, contaba con el apoyo de la bancada cubano-americana de ambos partidos, sino que sería el campeón de los países pequeños.
Claver se presentó como el requisito para lograr que el Congreso de EE.UU. aprobara una capitalización adicional del BID. Con estos recursos frescos, la entidad ampliaría su portafolio crediticio a mejores tasas y daría más cooperación. Claver cerraría espacio a empresas mandarinas gracias a la alternativa de financiación competitiva de empresas de EE.UU. en América Latina. Nada de esto ocurrió. Para la frustración de muchos, las empresas chinas aumentaron su participación en la adjudicación de obras financiadas por el BID, la más notable el metro de Bogotá. Con la victoria de Biden, sostener un americano de Trump no estaba saliendo bien para nadie.
Al margen de los líos de faldas y los incrementos de salario a su compañera sentimental, la coyuntura de nueva elección del BID llega en un momento turbulento. América Latina dio un giro hacia la izquierda con la posibilidad de que se acentué con la victoria de Lula en Brasil. Aun así, debe ser posible un acuerdo regional con una administración demócrata que comparte las preocupaciones de cambio climático e inclusión social. La tesis del pasado según la cual para ser de izquierda o social demócrata hay que ser anti-yankee no necesariamente tiene que imponerse. La coyuntura da para sacar un candidato de la Alianza del Pacífico, Alicia Bárcena de México suena muy bien. Con la presidencia de Sergio Díaz-Granados en la CAF, no podemos tener candidato, pero si volver a ser influyentes.
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