Hoy, día de elecciones presidenciales en EE.UU, el mundo está en suspenso por lo que podría pasar en la otrora superpotencia, cuando dos candidatos -Donald Trump y Hillary Clinton- que más que entusiasmo despiertan suspicacias o temores en gran parte del electorado reflexivo por aquello de la ausencia de preparación para el destino que pretenden conquistar.
Del candidato Trump conocemos hace años sus extravagancias de multimillonario y su vida privada, la que últimamente ha sido minuciosamente escrutada y de verdad que lo que le han desentrañado no es nada halagador y de pronto le ha afectado su campaña, la del partido republicano, o mejor, la de un sector del partido republicano, pero a él no le importa que su campaña represente a un sector de su partido ni que le desentrañen su vida privada o íntima: se ríe de todo y de todos.
La aparición de Donald Trump en el escenario político norteamericano fue sorpresiva, es verdad, pues nadie tenía idea de escarceos políticos previos, ni que fuera visible su apoyo a políticos -aunque como empresario de pronto sí lo haya hecho-, por eso, el día que apareció en rueda de prensa anunciando su aspiración presidencial, fundamentándola en los inmigrantes, la construcción de un muro en la frontera con México para detener a los indeseados, dejó boquiabiertos a los mandamases del partido político que decía representar.
En lo que he leído en mi vida jamás me he encontrado con un candidato presidencial americano que desde un principio despierte tanto entusiasmo como el señor Trump quien, en una campaña folclórica como la de cualquier país tercermundista, dejó tendidos en la lona candidatos serios con formación académica esmerada. El proyecto del señor Trump parece ser reversar todo lo que se ha hecho en tantos años de democracia, principalmente lo de los últimos gobiernos: Obamacare (Obamacuidados), tratados de libre comercio, Cuba y, me imagino, destruir la fortaleza del bipartidismo, como en Colombia, para que entren los partidos de garaje y creen el caos.
EE.UU ya no es superpotencia, ahora parece ser lo que sociológicamente podríamos llamar un país de clase media alta. Y si gana este bocón los EE.UU corren el riesgo de seguir descendiendo en la clasificación. Yo arriesgo la tesis que esta candidatura no es de su propia inspiración, algo que él nunca soñó, sino que por su personalidad Trump fue escogido por personas que representan intereses descomunales, una verdadera estructura interesada en subvertir el orden establecido. Son muy dicientes sus menciones cariñosas al presidente ruso Vladimir Putin.
Ahora bien, la candidatura de Hillary Clinton estaba cantada hace años. Recuerdo muy bien que durante la presidencia de su esposo “Bill” Clinton los medios destacaban que la entonces Primera Dama se dedicaba a torpedear los proyectos y sugerencias del vicepresidente, el abogado “Al” Gore, un político muy preparado, porque lo veía como competencia dura. Ella trazó el sendero político que seguiría y lo cumplió. De dos candidatos pésimos, malos, que gane el menos malo.