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Día del Idioma
Entretengámonos con algunos apuntes pertinentes.
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Martes, 20 de Abril de 2021

El próximo viernes se celebra en el mundo el Día del Idioma, fecha ratificada en Colombia por una disposición que viene de la época de la Revolución en marcha. Entonces, entretengámonos con algunos apuntes pertinentes. El primero, admirable, por cierto, lo aporta Gabriel García Márquez:  

“Un hilo de sangre salió por debajo de la puerta, atravesó la sala, salió a la calle, siguió en un curso directo por los andenes disparejos, descendió escalinatas y subió pretiles, pasó de largo por la Calle de los Turcos, dobló una esquina a la derecha y otra a la izquierda, volteó en ángulo recto frente a la casa de los Buendía, pasó por debajo de la puerta cerrada, atravesó la sala de visitas pegado a las paredes para no manchar los tapices, siguió por la otra sala, eludió en una curva amplia la mesa del comedor, avanzó por el corredor de las begonias y pasó sin ser visto por debajo de la silla de Amaranta que daba una lección de aritmética a Aureliano José, y se metió por el granero y apareció en la cocina donde Úrsula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan. —¡Ave María Purísima! —gritó Úrsula”. Luego viene la descripción del “hilo de sangre en sentido contrario”. Admirable, repito. 

Del mismo Gabriel García Márquez algo que consignó en sus Memorias: “Sin embargo, lo que más me afectó de la entrevista fue haberme enfrentado, una vez más, a mi drama personal con la ortografía. Uno de mis maestros trató de darme el golpe de gracia con la noticia de que Simón Bolívar no merecía su gloria por su pésima ortografía. Otros me consolaban con el pretexto de que es un mal de muchos, aun hoy, con diecisiete libros publicados, los correctores de mis pruebas de imprenta me honran con la galantería de corregir mis horrores de ortografía como simples erratas”. En esta cita García Márquez y los “correctores de mis pruebas” incurren en un error gramatical: pésimo es adjetivo y va luego del sustantivo.  

Siempre me ha llamado la atención la forma en que los columnistas titulan el apunte con el que al final adicionan a sus artículos. Veamos: Abelardo de la Espriella, en El Heraldo, titula “La ñapa”; María Isabel Rueda, en El Tiempo, titula “Entre tanto…”; Gabriel Silva Luján, en El Tiempo, titula “Dictum”; Jorge Gómez Pinilla, en El Espectador, titula “DE REMATE”; Ramiro Bejarano Guzmán y Rodrigo Uprimny, en El Espectador, titulan “Adenda”; Mauricio Botero Caicedo, en El Espectador, titula “Apostilla”; Felipe Zuleta Lleras, en El Espectador, titula “Notícula”; Cicerón Flórez, en La Opinión, titula “Puntada”; Andrés Oppenheimer, en El Nuevo Herald, titula “Mi opinión”; Guillermo Perry, en El Tiempo, titulaba “P.S”; José Félix Lafaurie, en varios, titula “Nota bene”; Vladdo, en El Tiempo, habla de “Colofón”; María Jimena Duzán, en SEMANA, titulaba “CODA”; Esteban Carlos Mejía, en El Espectador, titula “Rabito”, y otros, sencillamente ponen tres asteriscos (***). 

En su biografía del político colombiano Laureano Gómez Castro, James D. Henderson nos trae esta cita de Laureano sobre el uso del idioma en la política, en 1915, en plena Hegemonía conservadora: “Hoy es preciso saber esgrimir la espada invisible, pero no menos tajante de la palabra, que produce en el adversario más estragos que el acero, si se pronuncia con sinceridad y con fe”. Eran otros tiempos.

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