En el 2003 Dan Brown un profesor de Ciencia Política, nos lanzó como un salvavidas redondo e inflable El Código da Vinci, una novela tan útil como peligrosa, dirigida a los creyentes y a los presuntos ateos y acabó con la eterna discusión sobre la existencia de Dios. Sí, lo lanzó como en la gota fría, la canción de Emiliano Zuleta; “páque se acabe la vaina”.
Ese primer tiraje nos tranquilizó a 79 millones de lectores en 44 idiomas y a los docentes de tal asignatura, que, de paso nos quitó una tortura de encima con la preguntadera de los primíparos en clase y que nosotros distraíamos con la teoría geométrica de Spinoza sobre Dios; una sustancia única, eterna e infinita y causa de sí misma. El libro fue un alivio ¿o no?
Ciertamente la pregunta era una tortura, como un cilicio que la Academia nos imponía a los docentes en las carreras jurídicas, administrativas, políticas y socioeconómicas. Primíparo marxista es preguntón y si es de estrato tres para arriba, sabiondo y cansón.
A propósito del cotidiano vivir, ahora todo es un cilicio, buscando la conformación de una sociedad libre e igualitaria al decir de los “ilustrati” desde tiempos inmemoriales. Como los librepensadores de Circasia en el Quindío, que contradictoria y gratuitamente odiaban a los escultores.
Entonces recordé el incidente del convento de las monjas de “Entre Ríos” que se flagelaban para santificarse en los inicios del cristianismo, usando hábitos o vestidos ásperos o en el medioevo en ese mundo religioso, cuando todo el mundo se torturaba por fanatismos confesionales y políticos. ¡Vaya Ilustración!
Se murmura que hoy lo practican algunas comunidades de la Iglesia Católica, los Cartujos y la gente del Opus Dei que lo realizan por horas, o las Carmelitas descalzas, y algunos disidentes luteranos como los amigos de Trump.
Lo paradójico; los sadomasoquistas utilizan el cilicio por placer. O los musulmanes sunnitas de “Ashura” que ayunaban por la liberación y obedecían al Faraón.
El Código da Vinci, como novela es realmente un documento político contra el Macartismno norteamericano que ve comunistas y conspiraciones por todas partes como los ve ahora Donald Trump.
Adenda: Jairo Tomás usa Cilicios desde la Casa General de Cambios y ya fue perdonado.
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