En la primera visita oficial del presidente Iván Duque a Estados Unidos hace unas semanas, se esperaba que se abordaran temas coyunturales como la política de drogas, comercio y la curiosa nota de John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional. Lamentablemente ninguno de estos temas estuvo en la agenda. Únicamente conversaron sobre Venezuela y, en un acto que defraudó la confianza hacia nuestro mandatario, Donald Trump anunció que no descartaría una intervención militar en ese país. A pesar de esto, el Gobierno anunció que la reunión había sido exitosa y que las relaciones entre ambos países estaban en un buen momento.
Desafortunadamente la realidad era otra. Al poco tiempo el presidente Trump, refiriéndose a Duque, afirmó: “es buena persona (…) dijo que iba a frenar el asunto de las drogas, pero ahora están saliendo más drogas de Colombia que antes de que fuera presidente. Es decir que no ha hecho nada por nosotros”.
Los miembros del gabinete y del partido de gobierno culparon del señalamiento a las políticas “blandengues” del expresidente Santos, al proceso de paz y a la administración Obama. Pero no contaban con un nuevo llamado de atención de Trump, quien enfáticamente dijo que “el negocio de las drogas ha crecido un 50%” desde la posesión de Iván Duque y lo culpó de enviar criminales a su país.
Las afirmaciones del presidente Trump desvirtúan los argumentos de quienes continúan mirando el espejo retrovisor y ponen en evidencia la falta de claridad de la política antidrogas del actual gobierno.
La “guerra” contra las drogas bajo, el insalubre e ineficiente esquema de aspersión aérea con glifosato, está perdida. La millonaria inversión que demanda esa lucha no puede seguir destinándose a atacar los eslabones más débiles de la cadena del narcotráfico -campesinos y consumidores-.
La nueva política de drogas requiere la regulación del consumo y la implementación de un enfoque de salud pública, derechos humanos y justicia social, con la garantía de sustitución de cultivos de manera voluntaria y de tratamiento para la adicción.
Lo cierto es que, Duque decepcionó a Trump y, peor aún, el presidente estadounidense está convencido de que la crisis migratoria desde América Central hacia ese país es consecuencia de la cocaína colombiana y la guerra entre carteles emergentes de la región que genera violencia y desplazamiento.
El gobierno debe fortalecer las relaciones diplomáticas y llamarle la atención a su bancada del Congreso para que no polarice el país con argumentos falaces e incendiarios. ¡Presidente Duque, póngale orden a la casa!