Una tarde cualquiera del año 1978, me encontraba en actividades extracurriculares en el Colegio Calasanz, cuando de manera sorpresiva entró a la institución una cantidad de jugadores de gran talla y con uniformes de entrenamiento rojo y negro. Nunca había visto un verdadero equipo de futbol de cerca y menos poder saludarlos y estrechar sus manos. Recuerdo con admiración a la Bruja Verón, quien hacia parte de esa plantilla histórica. Desde ese mismo instante, aun siendo niño, empecé a ser un seguidor ferviente del Cúcuta Deportivo.
Mientras estuve en el colegio nunca pude ir al estadio a verlo jugar, sin embargo estando en Bogotá era toda una pasión ir a ver jugar a nuestro Cúcuta en el Estadio el Campín y en especial, salir con la satisfacción de que siempre que el Cúcuta jugaba con el encopetado Millonarios, le ganaba o le empataba en su campo, así estuviera en las últimas posiciones de la tabla.
Cuando el Cúcuta Deportivo descendió a la B, una tristeza embargó a todos sus seguidores, pero eso no fue razón para retirarle el respaldo y muchos menos el afecto que le tenemos y que le seguiremos teniendo a nuestro equipo. Antes que desfallecer, la hinchada roja y negra, con la fe del carbonero esperamos pacientemente la oportunidad del ascenso y a fe que lo logramos con una actuación histórica para el fútbol nacional al ganar el torneo de acenso y campeonato profesional, lo que le valió el irrevocable remoquete del “doblemente Glorioso Cúcuta Deportivo”.
La participación en Copa Libertadores fue sencillamente delirante, no sólo la hinchada cucuteña sino el país se paralizó ante la increíble campaña de este equipo que goleó en México y remontó al invencible Boca Junior, con toda su trayectoria. Sin embargo, en la “bombonera” fuimos víctimas de la presión de los Argentinos que hicieron reanudar un partido en el que literalmente no se veía y cuyo gol de córner a oscuras producto de la densa neblina, nos lapidó, haciéndonos presa de un jauría liderada por una hinchada que literalmente nos comía a punta de canticos y gritos de euforia.
El Cúcuta Deportivo no merece el entierro de quinta que un indolente empresario quiere hacerle, pensando únicamente en su bolsillo, cercenando la ilusión de un pueblo y el recuerdo de grandes gestas y hazañas que hoy son parte del tesoro histórico cultural de nuestra región y que un insensible presidente no podrá arrebatárnoslas.
No pudimos estar en la Bombonera para impedir que nos robaran la Copa Libertadores, pero hoy si estamos en Cúcuta para impedir que nos roben el equipo, el sueño y sobretodo la pasión. El Cúcuta Deportivo es el patrimonio inmaterial de todos los nortesantandereanos y no permitiremos que nos lo rapen, pues estamos cansados de tanta pasividad cómplice con las injusticias que nos ocurren.
Es necesario unirnos en una sola causa común y proteger lo que es nuestro. El Cúcuta es un pedazo de nuestro corazón. Hagamos algo y salvémoslo porque el Cúcuta no merece la muerte de quinta que un insensible empresario quiere darle. Es necesario recordar que más que un equipo, el Cúcuta Deportivo somos todos.