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El cura guerrillero
Por no compartir ese criterio, Camilo Torres, abandono la sotana y se fue al monte.
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Sábado, 5 de Marzo de 2016

El libro La Revolución de las Sotanas, escrito por el periodista Javier Darío Restrepo, describe, de cuerpo entero, la vida y obra del sacerdote guerrillero, Camilo Torres. Es el análisis más completo y profundo que he leído sobre un hombre que, inicialmente vistió la sotana de la Iglesia católica y, finalmente, murió portando el uniforme de campaña del Eln, no como una motivación exclusivamente guerrerista, sino como una investidura sublimemente revolucionaria, puesta al servicio de los más desposeídos de la patria.

El momento en que cayó derribado por los disparos producidos por un miembro del Ejercito Nacional, cuando se disponía a recoger un fusil de un soldado herido en el enfrentamiento con el grupo insurgente, termino con su sueño revolucionario, sin haber alcanzado, como guerrillero, a detonar un solo disparo. Había podido recoger el fusil y tomarlo como un trofeo de guerra adquirido en combate y guarecerse, a tiempo, de la reacción enemiga, pero al demorarse en pretender darle la extremaunción al que creyó estaba a punto de morir, lo condujo a la muerte. Había muerto como sacerdote, sin untarse de sangre.

Llevado por la implacable persecución que contra él emprendió el entonces arzobispo de Bogotá, Luis Concha Córdoba, quien no quiso entender su titánica lucha cristiana, tendiente a transformar las injusticias sociales, éste término por colgar los hábitos.  Decepcionado ante el continuo rechazo de la Iglesia, la censura de los medios de comunicación y los permanentes señalamientos de comunista que le hiciera el Gobierno, Camilo Torres decidió irse al monte. El insensible y fiero comandante guerrillero, Fabio Vásquez Castaño, lo lanzo a la guerra, sin ninguna preparación en asunto de armas ni estrategias subversivas. En tal estado de indefensión, Camilo se enterró en la selva.

El libro de Javier Darío Restrepo,  permite comprender la abrupta ruptura de Camilo con el mundo urbano y los profundos temores e incertidumbres que lo condujeron a tomar la decisión de irse a la guerrilla, muestra su gran tragedia por el amor del prójimo y por no querer matar, señala la compasión por el soldado moribundo a quien se acerca para quitarle el fusil y el doloroso momento en que un disparo le arrebata la vida, cuando todavía no había disparado contra nadie. El escritor habla de cómo conoció a Camilo a mediados de 1965, siempre dispuesto a respetar la voluntad de la mayoría popular, razones por las cuales continua convencido de que de no haber sido forzado a irse a la guerrilla, hoy estaría plenamente entregado a la construcción de la paz al lado de las víctimas y de los pobres, tras la búsqueda de un futuro mejor para Colombia.

Javier Darío Restrepo, al hacer el análisis del papel que la Iglesia cumplió en Colombia en ese entonces, escribió lo siguiente: “Su mayor tentación no fue la riqueza sino el poder; su mayor infidelidad fue con los pobres y con los desposeídos. El alejamiento del clero de los asuntos políticos era asentir en la política de los poderosos, cuando la lógica del Evangelio impone estar al lado de los pobres”. Por no compartir ese criterio, Camilo Torres, abandono la sotana y se fue al monte.

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