Esta célebre frase del presidente Darío Echandía, pronunciada en uno de los momentos más cruciales para la República de Colombia en medio del caos generado por la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, retumban con fuerza hoy en mi cabeza y me obligan a reflexionar sobre el papel del Estado y su gobierno en tiempos de dificultad como los que atravesamos.
La utilización del poder puede verse desde dos perspectivas: la teórica y la práctica. La primera es fácil de identificar doctrinalmente en todos los libros de derecho constitucional, pero la segunda sólo se materializa cuando el gobernante está frente a la situación de crisis y debe resolverla en nombre del colectivo, con toda la vehemencia y bajo el imperio de la ley. Ahí es donde se evidencia que aunque existe el poder, estamos supeditados al carácter, el conocimiento y la experiencia de quien nos dirige.
No tiene sentido que un Estado con el poder que ostenta, sus gobernantes se limiten a restringir las libertades individuales y no procedan, aunque sea provisionalmente, a intervenir los sectores que se requieran para atender tan grave emergencia. En materia de salud, todas las entidades prestadoras de salud deberían ser tomadas por el Estado de manera transitoria para que la salud que es pública, no siga siendo el privilegio de unos cuantos en un país donde la desigualdad social es aberrante.
No se pude sobrecargar a unas cuantas instituciones, esta es una emergencia colectiva y como en tiempo de guerra debería utilizarse toda la infraestructura existente, sea de quien sea. Da tristeza que nuestro único hospital tenga que recurrir a donaciones o habilitar carpas cuando existen estructuras subutilizadas. No se trata de una expropiación, se trata de una administración del recurso y el Estado debe pagar por su utilización.
Qué espera el gobierno para militarizar la zona de frontera, no debe existir un sólo paso ilegal activo hoy en Colombia, el ejercito está para defender la soberanía e impedir que sigamos siendo burlados y puestos en peligro por una turba de inescrupulosos e irresponsables. La soberanía no es sólo territorial, la alimentaria es quizá una de las más importantes en este momento, necesitamos policía y ejército vigilando puntos de distribución y mercadeo para garantizar seguridad, acceso ordenado y evitar el acaparamiento y la especulación. Si es necesario debemos intervenir los precios, pues prima el interés colectivo sobre el particular.
No podemos seguir con extensos decretos de medidas fatuas, faltas de creatividad y que en nada impactan en momentos de crisis; extensas alocuciones para demostrar gobernabilidad, pero sin ningún resultado. Necesitamos gobernantes con carácter, que no le tiemble la mano para tomar decisiones a favor del pueblo y que asuma el costo político de las mismas. Si no se actúa en estos momentos en que se requiere la intervención del Estado, es menester preguntarse: “El poder ¿para qué?”.