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Escribir para contarnos
Me cuentan el Catatumbo, y me lo cuentan personas que no son del Catatumbo. 
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Jueves, 10 de Agosto de 2017

He venido a España a participar en una reunión en la que se discuten nuevas y mejores formas de cooperación internacional para Colombia. Y el Catatumbo, una vez más, es protagonista. Escucho voces que me cuentan lo que allí ha sucedido: el abandono estatal, las complejidades geográficas, la coca, la violencia. Pero también, claro está, escucho historias sobre su fuerza comunitaria, sus riquezas, sus posibilidades, sus formas de resiliencia y muchos detalles de las formas noviolentas con las que nuestras comunidades han respondido a tantos años de opresión.

Me cuentan el Catatumbo, y me lo cuentan personas que no son del Catatumbo. Personas que han visitado y conocen muy bien nuestras realidades, personas que reflejan en sus miradas un compromiso fuerte, firme, seguro. Personas que aman el Catatumbo, nuestro Catatumbo, su gente, nuestra gente. Nuestra historia. En las pausas tomamos café y no abandonamos el tema; seguimos hablando de sus vías, de su comida, de su clima, de sus rutas, de su gran relámpago, de su inmenso río. Nos hemos sumergido tanto en el Catatumbo que  por momentos siento que hemos llegado a olvidar que estamos ahora mismo sobre el Mediterráneo. 

Llega la noche, la reunión se acaba y sigo pensando en todo lo hablado, lo recordado, lo vivido. Recorrí el Catatumbo durante cuatro años y conocí mucho de lo escuchado aquí, pero también pensé en algo; mi principal reflexión después de estas jornadas: no nos hemos contado nuestra propia historia a nosotros mismos, y tampoco nosotros mismos le hemos contado nuestra historia a los demás. El Catatumbo, su gente y todo lo que esto abraza, necesita ser contado; exige ser revitalizado con nuevos relatos de viejas y maravillosas historias que han permitido que la fuerza de nuestra región se mantenga; ruega ser escrito con narrativas propias; pide ser contado. 

Se acerca el primer concurso de crónica de Norte de Santander, Un Norte por contar, y no puedo dejar de pensar que es una maravillosa oportunidad para eso; para contarnos.  Para relatarnos. Para saber más y mejor quienes somos, para comprendernos mejor, para fortalecernos. La Gobernación de Norte de Santander con el apoyo de La Opinión y el Grupo Planeta se han unido en este propósito, y quiero imaginar que mil historias competirán en un concurso que viene a llamar lo que somos, un concurso que quiere que exista un libro de lo que hemos sido, de lo que hemos soñado, de lo que estamos hechos. ¡Un libro con las mejores crónicas de nuestro departamento!

Escribamos para contarnos. En el prólogo de la novela inédita en la que Carlos Fuentes nos sumerge en la historia de Carlos Pizarro se afirma que la crónica era una forma de “periodismo duradero”. Yo pienso que lo sigue siendo, porque el mundo dura en la medida que lo escribimos y lo hacemos eterno. Las letras erigen herencias, sostienen culturas, fortalecen formas espirituales e intelectuales de comprender el mundo, construyen centros de pensamiento. Y lo que más necesitamos hoy, son espacios para pensar, para educar, para tejer pedagogías. Tal vez esta sea la puerta para una universidad en el Catatumbo, por ejemplo. Sueño, pero ese es el sueño de muchas y muchos y, cuando estos sueños se unen, pueden hacerse realidad. 

Vendaje. Mientras escribo esta columna pienso en el gran Chinua Achebe, escritor de la poderosa historia Todo se Desmorona. Achebe, en esta joya literaria, nos muestra a través de un personaje que vive a orillas del río Níger toda una compleja y extensa realidad de una cultura que se contó por alguien que dimensionó la importancia del relato propio, para visibilizar realidades que habían permanecido ocultas, que nadie había contado y que hoy son referente a nivel mundial. También muy recomendada la película El Abrazo de la Serpiente, que explora a partir de una historia fantástica y propia, vinculada a una planta amazónica, gran parte de lo que somos y seguimos siendo después de los procesos de colonización. 

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