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¿Estaremos en la clandestinidad?
Cúcuta, en 1821, logró una identidad continental.
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Miércoles, 16 de Diciembre de 2020

René de la Pedraja escribió una monografía de La Guajira en el siglo XIX y luego de su lectura los comentaristas del libro concluyen que para la Colombia de mediados de ese siglo los problemas de Nación más graves eran Panamá y La Guajira. Desintegrada la Gran Colombia en 1830, volvimos a ser Neogranadinos en permanente desintegración interna. Pero Cúcuta, en 1821, logró una identidad continental.

Cúcuta con una identidad anterior 65 años al de Nación, que empezó a consolidarse con la Constitución de 1886, cuando comenzó la integración como un Estado Unitario y un ejercicio de centralismo asfixiante, de características confesionales y de régimen presidencial autoritario, con un legislativo ornamental.

Una identidad que no lograron borrar las 10 sucesivas guerras civiles y las otras, tan crueles y tan absurdas que el coronel Aureliano Buendía en sus obsesiones las volvió 32, cuando estuvo frente al pelotón de fusilamiento.  

¿A qué horas se nos desvaneció la identidad de Cúcuta? Pues, todo lo contrario de al suceso de Panamá y La Guajira, Cúcuta nunca fue problema, sino punto de referencia de integración y de unidad para Colombia.

Tanto, que el dictador venezolano Cipriano Castro, formado en el Seminario de Pamplona, sobre las nostalgias de la Constitución de Cúcuta de 1821, tuvo la ilusión en 1899 junto a los liberales colombianos, de restaurar la Gran Colombia y con la misma Constitución.

Panamá dejó de ser problema para Colombia cuando optó por la separación con el apoyo de los Estados Unidos y con el estímulo testarudo y negligente del gobierno conservador de Marroquín, que en cada torpeza y omisión se ilusionó con unos dólares más.

La Guajira no se fue, optó por mimetizarse en la clandestinidad. Eso dijo René de la Pedraja en la obra que citamos y agregó: “La Guajira se dedicó al contrabando desde entonces y lo hacía con las colonias holandesas de las Antillas, licores y cigarrillos en intercambio por café, caprinos y madera de dividivi, y como si fuera la primera de las repúblicas independientes de las que sabemos, recibió consulados en Riohacha, tuvo banco propio y hotel turístico. Todo en la clandestinidad.

Cúcuta, en cambio, siempre fue referente importante tanto histórica como económicamente para Colombia, jamás problema. ¿Qué nos pasó entonces? ¿Por qué ahora somos estorbo? ¿Cómo llegamos a tener hoy el más elevado índice de pobreza de las ciudades del país? ¿Por qué el Estado está cada vez más ausente de nosotros?

Nadie, de la alta dirección del Estado nos traza un rumbo, ante la sustracción de las autoridades locales. Y los más grave, ante tan degradante situación; no nos inmutamos, vivimos en la inercia del conformismo de lo mínimo. Como en la clandestinidad de La Guajira, cuando no contaba para Colombia, pero hoy, ellos salieron del marasmo. Y los panameños, que fueron un problema del siglo XIX, más suertudos, lograron irse, con la ayuda del Señor de la “Perrilla”.

Cúcuta debe seguir siendo un referente de unidad e integración nacional que reclama el pago de una grandeza que no se ha desvanecido, a pesar de la ineptitud de la dirigencia pública y privada. Tenemos que salir de la clandestinidad.

Adenda. Señores de la Procuraduría, coherencia, señores, coherencia.  

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