Laurent Simons estará graduándose de ingeniero eléctrico en la Universidad Tecnológica belga de Einthoven en diciembre. Esto no sería noticia, ni tendría nada de extraordinario, porque son muchos los jóvenes que se gradúan de ingenieros todos los años en muchas universidades en el mundo. Lo que lo ha convertido en noticia mundial es que Laurent tiene ¡nueve años!
En entrevista con CNN, Laurent les dijo con la mayor naturalidad que va a descansar el próximo semestre para en el segundo de 2020 comenzar su doctorado en ingeniería eléctrica. Y, de paso, ¡quiere también estudiar medicina!
Aun cuando sus padres no quisieron revelarlo, hay varias universidades que han ofrecido recibirlo para hacer su doctorado cuando apenas tendrá ¡10 años!
Sjoerd Hulshof, director del programa de ingeniería eléctrica de esa universidad, dice que “esto no es tan raro. A los estudiantes especiales nosotros les damos las facilidades para que puedan hacer sus estudios de la misma manera como lo hacemos con los deportistas”.
Como a cualquier niño, a Laurent le encanta jugar con su perro, Sammy, y con su teléfono inteligente. Pero a diferencia de otros niños, ya tiene perfectamente claro qué quiere hacer con su vida: quiere desarrollar tejidos humanos artificiales; de ahí su interés por la medicina.
Esther Okade tiene diez años y está terminando su primer año de pregrado en matemáticas en la Open University de Inglaterra. Esther le confesó a la periodista Lauren Said-Moorhouse, que le encanta vestirse como Elsa, la de la película Frozen, y juega con su Barbie.
Nacida en Walsall, un pueblo industrial de la región media del Reino Unido, es la universitaria más joven de Inglaterra. Espera comenzar su doctorado cuando tenga trece años. “Es tan interesante”, dice Esther,” Es el tipo de matemáticas que amo. Son matemáticas reales, teorías, números complejos, ese tipo de cosa. Es súper fácil. Mi mamá me enseñó.” Esther sabe que hay niños que tienen problemas con matemáticas, de manera que está escribiendo un texto con el título: “yummy, yummy algebra” que se podría traducir como “¡qué delicia, qué delicia el álgebra!”
Seguramente podríamos continuar con otros casos, pero estos dos aparecieron precisamente esta semana en las noticias de CNN. Y naturalmente, nos hacen reflexionar acerca de la educación en Colombia, tanto la preuniversitaria como la misma universitaria.
La primera pregunta sería: ¿podría Luisito Gutiérrez o Juanito López, niños brillantes pero de apenas siete años, matricularse en una universidad colombiana? La respuesta es no, porque en nuestro país, donde existen normas para todo, es requisito para entrar a la universidad tener el diploma de bachiller debidamente firmado y registrado. Y para tener el diploma de bachiller, es necesario haber cumplido con el pénsum decretado por el Ministerio de Educación, en una rigurosa secuencia anual y con unos temas de estricto cumplimiento, dentro de los cuales ya no figura la historia, ni la cívica, ni la ortografía, ni la convivencia ciudadana condensada en la palabra urbanidad.
En nuestro sistema educativo, férreamente estructurado, no hay lugar para los niños genios o los niños con capacidades extraordinarias en las artes o en la música y que no se acomodan al sistema. Y si esto es cierto en la educación media, ¡qué podemos decir de la educación universitaria! Con la loable intención de asegurar y mantener la calidad de la Educación Superior, se estableció otro sistema inflexible que gobierna por igual el pregrado y el posgrado, en el que la Ley 1188 de 2008 no define calidad, sino “condiciones de calidad”.
Su decreto reglamentario establece procedimientos para comprobar esas condiciones de calidad y le encomienda a unos “pares” que, usando una minuciosa lista de chequeo, determine si cada uno de los artículos de la lista tiene soporte documental que asegure que no se le está presentando algo falso al Ministerio.
Y de calidad ¿qué? ¿Puede ser calidad el que el programa se justifique porque hay otros programas en el país o en el exterior con el mismo nombre? Y si es un programa nuevo que se podría abrir en una sociedad del primer mundo, ¿podríamos abrirlo aquí, donde hay muchas personas que no creen que en Colombia se pueda hacer ciencia básica ni ciencia social y que, por consiguiente, no podemos inventar nada nuevo en educación?
Una y otra vez nos dicen los verdaderos expertos que en diez años, muchas de las carreras que hoy ofrecen las universidades habrán desaparecido y habrán aparecido otras nuevas. La universidad colombiana no está preparada para afrontar este hecho. Tenemos que flexibilizar nuestro modelo, inclusive para permitir que Laurents o Esthers nuestros, puedan acceder a una universidad que mira al futuro y no se aferra al pasado para cumplir su compromiso con la sociedad.