Se ha vuelto costumbre en nuestro medio que los funcionarios de orden nacional, salgan en las noticias por uno que otro escándalo o alguna salida en falso. Esta vez se sumó uno más a esa lista y es el ministro de Vivienda, quien con grandes titulares y carteles que parecían “memes” anuncia al país la medida de carácter social denominada hipoteca inversa, la cual no es más que una política pública plagiada de otras existentes en el mundo.
La verdad es que a estas alturas del partido uno no sabe, al escuchar este tipo de propuestas, sí sentarse a reír o llorar, pero lo cierto es que por sanidad mental es mejor tomar el consejo del cantante de los setenta Peret Maestro Catalán, que en pleno régimen franquista en España, popularizó el éxito “Es mejor reír, que llorar”.
Un pareja de adultos mayores, que cuenten con un patrimonio representado en un inmueble cuyo valor sea igual o superior a 200 millones tendrán la posibilidad de recibir 800.000 pesos mensuales durante el resto de su vida, a cambio de ceder sus derechos a favor de la entidad crediticia, derechos que se harán efectivos a su muerte.
Si bien es cierto es una alternativa propuesta por el gobierno, la misma se constituye en ese tipo de ofertas que brillan, pero que no son oro precisamente. Este tipo de propuestas ensancha la brecha social, pues elimina los principios de la solidaridad y rompe los lazos familiares. Este tipo de medidas utilizadas y aun cuestionadas en otros países, se ubican en una realidad diferente.
La realidad de los europeos es que en muchísimos casos no tiene herederos y sus bienes a su muerte pueden terminar en cabeza del Estado, por lo cual ésta es una buena alternativa para vivir en el inmueble conservando el usufructo vitalicio y percibir una renta adicional que aumente la calidad de vida. Pero no podemos desconocer que asimismo ellos tienen garantizados los servicios de salud, adecuados medios de transporte, actividades propias de su edad, en fin, cuentan con una serie de garantías adicionales.
La realidad nuestra es que los adultos mayores padres o abuelos, lograron un inmueble con esfuerzo y allí viven no sólo ellos, sino hijos y nietos como único techo, creando una economía solidaria para pagar servicios altísimos, pagar transporte, hacer mercado y comprar medicinas, casi siempre automedicadas por no tener un adecuado acceso a la salud. Las realidades fácticas son absolutamente diferentes.
Si los ancianos apelan a esta figura que es comida pírrica para hoy y hambruna para siempre no para ellos, sino para sus hijos y nietos. Cuando fallezcan sus hijos y nietos no tendrán herencia y saldrán casi de manera automática, cuando el banco venga a desalojarlos, ensanchando la brecha de desigualdad social.
Estamos en un país de malas imitaciones, nuestros subsidios son de 50 a 70 dólares y en Estados Unidos son de 1600 dólares con bonificación adicional, que te llegan a la cuenta y no como pasa en Colombia que para recibir 160 mil pesos el anciano invierte mínimo 20.000 para reclamarlos. La EPS no le da la droga que necesita y tiene que comprarla costosa en la droguería que se la fió. Por eso no podemos dejarnos deslumbrar con la propuesta recientemente presentada de la hipoteca inversa, que más bien debería llamarse hipoteca perversa.