Iniciar una mañana como la del día jueves de esta semana, donde la zozobra y la incertidumbre se apoderan rápidamente de tu mente al escuchar la trágica notica del atentado terrorista perpetrado a la Escuela de Oficiales de Policía de Colombia, es absolutamente desolador y se constituye en un acto de barbarie execrable que debe conducir a la indignación y repudio total de la Nación.
Un lamentable hecho como el acaecido, nos conduce a reflexionar sobre la realidad violenta en la que estamos viviendo y de la que pese a que se han hecho esfuerzos ingentes por abolirla, lo cierto es que ella de manera soterrada se encuentra presente en nuestro país y actos como este vienen a recordarnos no solo el pasado violento, sino a dejar en claro que aún subsiste esa desdeñable condición en nuestro medio.
Colombia debe apostarle a un gran pacto por la convivencia pacífica, donde el derecho a la vida, ése que se pregona en la Constitución Política, sea una realidad en los corazones de los Colombianos. No hemos podido interiorizar el concepto y por ello parece que todo es letra muerta. No se trata de Constituciones o leyes bien redactadas. Se trata de que los valores estén presentes en nuestro corazón, pues no se atenta contra la vida de nadie, porque sencillamente la vida es sagrada. Podremos aumentar las penas a estos actos aberrantes, pero si no existe respeto por la vida, habrá siempre un número de barbaros dispuestos a todo.
Hoy nos duele la patria, al igual que cuando se masacran campesinos, dirigentes políticos o sociales o a cualquier colombiano. Hoy la indignación invade nuestro corazón. Sin embargo momentos como este deben llevarnos reflexionar en la necesidad de hacer todo lo que este a nuestro alcance para acabar con tanta sangre derramada. Defendí y seguiré defendiendo la Paz, como la única forma civilizada de eliminación de un conflicto, por que en la guerra desafortunadamente todos perdemos.
Hoy elevo a Dios una oración pidiendo fortaleza para las familias afectadas, por esta tragedia que arrebata de manera temprana la ilusión de ver a un hijo, hermano, familiar o amigo convertido en un oficial de la Policía, una carrera que solo se escoge por aquellos que tienen una verdadera vocación de servicio a la sociedad. Duele el alma y es sano llorar, pero no podemos desquebrajarnos, pues sin querer le daremos la victoria a los violentos.
Esta vez no podemos simplemente pasar la página y seguir adelante, debe ser nuestro punto de inflexión para acabar con todo brote de violencia. Colombia necesita sentarse a solucionar el problema de la violencia que comienza en gran medida por la falta de educación, para afianzar los valores en nuestro corazón y terminar con la desigualdad social. Construyamos juntos el sueño colectivo y demostremos nuevamente la grandeza de nuestra Nación, la cual no puede ser destruida por unos cuantos violentos, por eso hoy mi grito de batalla es contra aquellos que no han entendido que no se debe atentar contra nada y menos contra nadie. Hoy mi grito es de INDIGNACIÓN Y REPUDIO TOTAL.