No lo busquen en un coctel, ni en una comida del alto mundillo social o político de muchos trinchetes. Tampoco lo encontrarán alborotando en la Zona Rosa o atisbando glúteos femeninos en equis pasarela. Lo pueden sorprender en la intimidad de su biblioteca leyendo, releyendo, preparando clase, craneando columnas de prensa, conferencias, un nuevo libro. Inventando algún medio de comunicación. Liderando alguna audacia.
No lo verán haciendo antesala para lagartear el mendrugo de un contrato al poderoso de turno. Lo pueden pescar in fraganti en un trisagio, en misa, haciendo los primeros viernes, en un rosario de aurora, rezando los mil jesuses, o levitando de felicidad con un texto de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, su gurú espiritual. Nunca pateándo los códigos.
En el apartamento de soltero eterno del filósofo paisa Jorge Yarce Maya hay libros hasta debajo de los ceniceros. Libros subrayados, vividos, sufridos. Libros de otros pero muchos salidos de su activismo intelectual.
En los estantes de su biblioteca está la colección de la revista Arco que dirigió. O el archivo de programas de televisión en los que participó como presidente y cofundador de Promec Televisión. Era inevitable ver a este hombre de mundo espiritual en estas lides en compañía de sus amigos y cómplices de gimnasia intelectual Jaime Sanín Echeverri, ya fallecido, y Humberto Arbeláez Ramos, Arbeloco.
En los últimos años a Yarce le dio por el liderazgo que primero ejerció para transmitirlo después. Y se inventó el Instituto Latinoamericano de Liderazgo.
Si me preguntaran de la televisión de Cafarnaún a quién le daría el premio a la vida y obra este 9 de febrero, Día del Periodista, diría que al pupilo de Escrivá. Bueno, su vanidad no necesita de esos reconocimientos.
Quienes hemos sido sus subalternos, alumnos, amigos y colegas, recordamos siempre a Jorge los días del periodista (9 de febrero y 4 de agosto). Su nombre es sinónimo de una forma ética y estética de asumir el oficio. Nunca cayó en la tentación de influir en su entorno laboral con sus convicciones religiosas. Nada de tirar línea opusdeista.
Nos parece verlo dando la batalla por la creación de la agencia de noticias Colprensa, la niña de sus ojos porque apenas sí duerme. Para qué. Ya habrá tiempo para esas minucias. De su trabajoadicción quedan infartos y otros achaques que son memos a su estresante modus vivendi.
Convencer a directores de diarios de todas las tendencias políticas y religiosas para que apoyaran la creación de una agencia de noticias ya jamona fue un trabajo de exquisita filigrana. Colprensa sigue ahí, como Lola en sus quince. Los que nos dieron el codazo generacional lo hacen de maravilla.
Tanto en los medios como en la docencia en las Universidades de los Andes o la Sabana, Jorge creó una escuela periodística en la que la ética nunca ha sido una convidada de piedra. Entendida la ética como esa manera de actuar de tal forma que si tocan a la puerta de tu casa en la madrugada es el lechero, no la policía.
De bajo perfil siempre, nunca se interesó un protagonismo distinto al de hacer las cosas bien. Es el precio que tiene que pagar un perfeccionista de los oficios que ha ejercido.
Sus pupilos celebramos haberlo tenido como guía. De “Yarcelino”, como le deciamos a sus espaldas, se puede decir que no hace como periodista lo que no pueda sostener como caballero. Ocho días antes de que lo dijera el polaco Kapuscinski, Jorge no solo ha sido un gran periodista sino una gran persona.
Desde este 18 de julio no nos acompaña en este acabadero de ropa llamado mundo el periodista y escritor Jorge Yarce.
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