Hay una deuda social con los jóvenes rurales, y generar acciones que favorezcan su bienestar es un imperativo. En América latina unos 30,9 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años viven en zonas rurales, representando el 25,3% de la población rural total. Es así, que en los 20 países que conforman la región cerca de 9,6 millones trabajan en el sector agrícola y 8,2 millones en actividades no agrícolas. Además, cerca de 2,8 millones de jóvenes “urbanos” también laboran en el sector y adicionalmente unos 11,9 millones de jóvenes rurales no trabajan (FAO, 2016). Todo lo anterior en el contexto de una población diversa, dadas las características geográficas, ocupación, pertenencia étnica, cultural, socioeconómica, edad y género, y además para el caso colombiano y de Norte de Santander con un conflicto armado con implicancias profundas para esta población.
Dado ese desafío desde el Observatorio Regional del Mercado de Trabajo de Norte de Santander (ORMET), el Programa Promoción del Desarrollo Económico Sostenible (PRODES) con respaldo del Ministerio de Trabajo, la Agencia Alemana de Cooperación Técnica – GIZ y la Gobernación de Norte de Santander desarrollamos una caracterización socioeconómica de los jóvenes rurales en el Departamento, para conocer sus habilidades, competencias, intereses y expectativas laborales. Este trabajo fue un pilotaje donde se tomó un municipio por cada subregión (Salazar, Tibú, Cáchira, San Cayetano, Mutiscua y Ragonvalia) los criterios de ruralidad se sustentaron en la misión para la transformación del campo, y el de jóvenes, en la definición de la UNESCO.
El trabajo arrojó que el 62% han alcanzado secundaria, el 23.1% primaria, el 13.5% ha realizado una técnica o tecnología, el 0.32% estudios de formación universitaria y el 0.96% restante no poseen ciclo educativo culminado; por otra parte el 66.17% de los jóvenes que no estudian en la actualidad, quieren retomar su actividad académica, pero manifiestan obstáculos como: falta de recursos económicos, falta de tiempo a causa de sus obligaciones laborales, el cuidado de sus hijos, poca oferta educativa, la convalidación de documentos para realizar procesos de inscripción en un claustro educativo y la edad.
El 38.91% poseen una vinculación laboral como empleados o independientes, de los encuestados el 57.8% se encuentran “inactivos”, esto se debe a que los padres hacen un gran esfuerzo para que sus hijos se dediquen a estudiar, y colaboren con algunas actividades en la casa, lo anterior es importante dado el valor que tiene para ellos la educación.
Frente a las capacitaciones, los cursos realizados se concentran en primeros auxilios, salud ocupacional y terapia infantil, al igual que temáticas como belleza y estética, mecánica automotriz, sistemas e informática básica, asistencia administrativa y contabilidad, y Las recibidas para la generación de valor en la industria manufacturera solo fueron del 8,62%.
Por otra parte, los emprendimientos son una alternativa, sin embargo, el 85.53% de los jóvenes encuestados no ha ejecutado ningún tipo de iniciativas, en contraste al 14.17% que ha asumido el reto de dar forma a sus ideas de emprendimiento, pero se han encontrado con limitaciones en insuficiencia de recursos y los problemas con la demanda en el mercado. Es de resaltar que el 44,76% sienten amor por el campo, aunque un 56% quieren migrar, en su mayoría para su formación académica, pero también por la búsqueda de oportunidades laborales y calidad de vida de sus familiares.
Es importante ampliar la cobertura, mejorar la calidad y pertinencia de la educación, tanto de la formación para el trabajo, como la universitaria, de igual forma un acompañamiento interinstitucional con acciones integrales que fortalezcan los proyectos de vida, y los emprendimientos donde se solucionen los cuellos de botella; el presente y el futuro está en la ruralidad y un agente clave son los jóvenes.