Recorriendo el país en diálogos con empresarios y jóvenes he encontrado un tema que aparece una y otra vez: los jóvenes quieren oportunidades, no subsidios. Por su parte, los empresarios se quejan de no tener la mano de obra que necesitan, pues el sistema educativo no ofrece las competencias adecuadas. Esta mutua preocupación plantea una gran oportunidad.
Colombia sigue siendo un país con muy bajo acceso a la educación superior. De cada cien jóvenes que salen del colegio, solo 52 reciben algún tipo de formación técnica, tecnológica o universitaria. En Chile, para que nos hagamos una idea, son 72.
Los jóvenes que no continúan su proceso educativo muchas veces se quedan sin hacer nada. Los que se emplean no consiguen buenos trabajos. Su situación es desesperada y no se resuelve con los apoyos monetarios que reciben sus padres del gobierno.
Los empresarios, por su parte, no encuentran los trabajadores que necesitan. Requieren trabajadores con competencias en oficios específicos, entrenados para desarrollar actividades concretas. Técnicos agropecuarios, programadores y mecánicos, entre muchas otras competencias, tienen una alta demanda que no logra satisfacerse de forma adecuada.
El asistencialismo ayuda un poco, pero no es la solución de fondo. La respuesta está en la educación, pero no de cualquier tipo. Necesitamos la educación adecuada para conseguir trabajo. Ahí es donde estamos fallando.
Es necesario empezar una gran campaña para duplicar la formación técnica y tecnológica en Colombia. La solución no es construir más sedes del Sena, lo cual siempre será la estrategia preferida por los políticos. Ese diagnóstico es parte del problema.
Muchos empresarios están dispuestos a formar directamente a sus trabajadores, pero no tienen los incentivos para hacerlo. Se debe permitir que los empleadores se capaciten por cuenta propia con programas bien diseñados y certificados por alguna entidad educativa vigilada.
Las universidades también pueden contribuir. Más que concentrarse en la ampliación de cupos en las carreras tradicionales, deben expandirse hacia las áreas técnicas y tecnológicas, aprovechando sus propias fortalezas. Esto se puede hacer por medio de alianzas, creando nuevas instituciones educativas o ampliando la oferta de sus propios programas. Los créditos obtenidos en los programas técnicos los pueden utilizar más adelante quienes quieran completar una carrera universitaria.
El programa matrícula cero, que beneficia a los estudiantes en universidades públicas de estratos 1 a 3, debe complementarse con un apoyo similar a quienes opten por la formación técnica y tecnológica, incluso en instituciones privadas.
El Gobierno está ofreciendo un subsidio de 227.000 pesos mensuales –por un año– a quienes contraten trabajadores entre 18 y 28 años antes del 7 de agosto de 2022. Este programa, que no tiene sentido dejar desfinanciado después de terminado el actual Gobierno, no tendrá el efecto deseado si no se complementa con una adecuada formación para el trabajo.
El proyecto de reforma tributaria que se tramita en el Congreso le da prioridad a reembolsar el 40 por ciento de un salario mínimo por cada trabajador en la nómina de las empresas desde mayo pasado. Esto llama la atención, pues más que cubrir el pago de nóminas de manera retroactiva, los escasos recursos fiscales se deben utilizar para la capacitación y el enganche de nuevos trabajadores hacia adelante.
@MauricioCard