Siempre me he preguntado por qué en las páginas de un mismo periódico local, nacional o internacional, encuentra uno columnistas que independientemente de la realidad de los hechos y las estadísticas, que citan con propiedad, los acomodan a su propia visión ideológica y las presentan como ciertas, mientras que hay otros columnistas que analizan los mismos hechos y desde su propia visión llegan a conclusiones que son totalmente diferentes.
De acuerdo con Lydia Denworth en Scientific American, del 25 de octubre pasado, esta misma pregunta se la hicieron Ingrid Haas y sus colaboradores de la Universidad de Nebraska al tratar de entender las diferencias entre los republicanos, que en el caso norteamericano representan las ideas conservadoras y los demócratas, que representan libre examen y análisis de los hechos.
Ellos sometieron a votantes registrados como republicanos o demócratas a un escaneo cerebral, mientras les hacían preguntas acerca de las posiciones defendidas por los candidatos de los dos partidos y determinaron la actividad del sistema límbico que maneja nuestras emociones, memoria, aceptación del statu quo y valoración de la información para formar opiniones. En este sistema, la amígdala integra ira y actitudes agresivas, mientras que el giro cingulado conectado a la corteza prefrontal, maneja comparaciones.
De alguna manera pienso que estamos llegando a un punto aterrador en el que nuestras emociones se pueden relacionar con estructuras anatómicas. Casi que podríamos decir que desaparece el libre albedrío, ya que las conexiones neuronales determinarían nuestras conductas futuras.
Los investigadores responden a esta preocupación diciendo que son solamente correlaciones que no implican causa-efecto. Encontraron que los conservadores desean seguridad, predictibilidad y autoridad y tienen una amígdala de mayores dimensiones que la de los liberales. Estos últimos aceptan lo novedoso, lo complejo, los matices y tienen más desarrollado el giro cingulado-corteza prefrontal.
Sin embargo, un número significativo de conservadores mostraron un pensamiento liberal sobre ciertos temas específicos y viceversa. Esto podría explicar el por qué un número tan grande de personas votaron por Trump en las elecciones del martes pasado, a pesar de que todos los hechos demostraban que él manejaba un Gobierno autocrático basado en falsas noticias, mientras que los que votaron por Biden tomaron decisiones razonadas.
No es posible extrapolar estos hallazgos a Colombia donde los partidos Liberal y Conservador han prácticamente desaparecido. Pero sí se puede concluir que hay conservadores de derecha y de izquierda y que la mente conservadora o liberal no tiene mucho que ver con la ideología de izquierda y derecha.
Aplicado al mundo, Trump, Kim Jong Un, Endergan y Boris Johnson son conservadores, mientras que Macron, Merkel, Fernández y Piñera serían liberales.
Lo importante no es esta clasificación que solo permite describir el sustrato anatómico de nuestras emociones. Lo importante es que si nos damos cuenta de que estas diferencias existen y son reales para cada uno, sería posible que a través del diálogo se acabara la polarización que resulta en desplazamientos, despojo y muertos, que en realidad nadie verdaderamente quiere. La pregunta es si este diálogo puede ser efectivo.
Es preocupante el experimento de 1968 cuando psicólogos sociales lograron un encuentro entre el pensador conservador William Buckley y el escritor liberal Gore Vidal que terminó con insultos de parte y parte y ninguna posibilidad de reconciliación.
Existe una tercera vía en esta polarización de conservadores de derecha y conservadores de izquierda que sería una tercería, como la que obtuvo un número importante de votos en la primera vuelta de las pasadas elecciones presidenciales colombianas pero que perdió la posibilidad de convertirse en alternativa ante la posición de los conservadores de izquierda. Ojalá ésta se pudiera dar para el 2022. Pero las probabilidades son bajas.