Quien haya tenido la oportunidad de viajar al exterior, específicamente a Estados Unidos, por mas distraído que sea, debe haber advertido el alto grado de nacionalismo que se vive y se percibe en la exhibición pública y permanente de su bandera. Para citar un ejemplo, los locales comerciales de las compraventas de automóviles, exhiben a lo largo de sus fachadas la bandera nacional haciendo, por demás, llamativo su negocio.
Es impresionante como en casas, hoteles, negocios y en el mismísimo mobiliario urbano la bandera nacional es exhibida con orgullo patrio. La verdad se constituye en un ejemplo a seguir. Desafortunadamente, nuestra nación ha ido perdiendo su identidad, y equivocadamente, creemos que la bandera solo la debemos ondear cuando juega la selección Colombia.
Fiestas como el 20 de julio y 7 de agosto, deberían estar marcadas de un mayor protagonismo, recordando las gestas libertadoras, pero sobre todo llamando a nuestra nación al reconocimiento justo de la institucionalidad, los símbolos y valores patrios. Ser colombiano es un privilegio y no una vergüenza como algunos compatriotas predican. Creo en la grandeza de nuestro país, que no se mide en dinero, sino en la capacidad de resiliencia para sobreponerse de las adversidades a las que hemos sido sometidos por los ignorantes megalómanos dirigentes que impregnados de corrupción, narcotráfico y avaricia, han desdibujado la verdadera esencia de nuestro país.
Debemos encausar a nuestros hijos y las nuevas generaciones, por el camino del bien, basado en valores y férreos principios, donde la honorabilidad vuelva a ser un legado y no el recuerdo tenue de las primeras generaciones. La fiesta patria no es un día libre al año o un desfile exhibiendo la fuerza militar, debe ser un verdadero sentimiento patrio trasferible a nuestros hijos, para que se sientan orgullosos de lo que somos. El ejemplo comienza por casa, no importa si su vecino no lo hace, no desmaye porque el tiempo y la historia le darán la razón. Su simiente será una generación próspera y bendecida, y la de su vecino, si persiste en hacer lo malo, solo recogerá tristeza y amargura, pues se recoge de lo que se siembra.
Quizá usted no tenga ni el carro ni la casa que otro tiene, pero ellos nunca tendrán la familia y los valores que usted ha construido, al final del día pesa más un buen nombre, que un carro que dejó hace rato de ser último modelo. El éxito no es fama o dinero, es poder dormir tranquilo y dejar un buen nombre a nuestros hijos.
Amigo lector, lo invito a amar a Colombia, el lugar de privilegio que Dios le dio para vivir, impregne a sus hijos de ese amor patrio, sea un buen ejemplo para ellos, necesitamos juntos levantar el estandarte de los valores y sobre todo que sea la bandera de Colombia, orgullo nacional.