Una de las costumbres inveteradas del país político colombiano es aprobar leyes para resolver los problemas reales de la sociedad, creyendo que su aprobación hará desaparecer el problema. Estas leyes vienen precedidas de magníficas exposiciones de motivos que no alcanzan a concretarse en el articulado ni tienen en cuenta la financiación necesaria para convertirlas en realidad. Este es el caso de la Ley 1951 de enero de 2019 que crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Muy bien intencionada, por cierto, restringe sus recursos a los que hoy tiene COLCIENCIAS, a la que incorpora al Ministerio resolviendo así el problema jurídico de tener una doble instancia de alto nivel: un departamento administrativo del orden nacional y el propio Ministerio, como lo advirtiera agudamente Moisés Wasserman. Pero quizás en la práctica esto no hubiera tenido ninguna repercusión ya que la administración Santos nunca lo tuvo en cuenta, hasta tal punto que al último director de COLCIENCIAS, nombrado de acuerdo con la ley por el mismo presidente de la República, fue la ministra de Educación de turno quien le pidió la renuncia sin que nadie se inmutara y sin que el presidente que lo nombró, lo hubiera recibido siquiera para recibirle la renuncia. Ejemplo claro de leyes que se aprueban, pero que luego se desconocen o por ignorancia o por negligencia de quienes deben hacerlas cumplir. Los científicos colombianos venimos pidiendo desde hace muchos años el reconocimiento de la importancia de la investigación para el desarrollo del país y de asignarle los recursos necesarios para que pueda cumplir, como en los países hoy desarrollados, su papel como verdadero motor de desarrollo social y económico. Cuando finalmente se aprueba la ley que todos estábamos esperando, se le encuentran falencias que de no corregirse harán nugatorias todas las buenas intenciones.
La Asociación Colombiana de Facultades de Ciencias (ACOFACIEN) de cuyo consejo directivo hace parte la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (ACCEFYN), llevó a cabo un excelente taller durante su asamblea de marzo, en el que pudimos reunir a tres personas que han sido claves en este proceso: Jaime Restrepo Cuartas, actual rector de la Universidad de Santander (UDES) quien siendo representante a la Cámara logró que se pasara la ley que dedicó el 10% de las regalías a actividades de ciencia y tecnología y quien, junto con la actual vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, entonces senadora, introdujeron una ley para la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que desafortunadamente no fue aprobada en ese momento; el senador Iván Agudelo, autor y promotor de la Ley 159, quien ha dedicado todos sus esfuerzos de los últimos años, primero como representante y actualmente como senador, a convencer a los congresistas de la importancia para el país de esta ley que fue aprobada por unanimidad en un raro ejemplo de unidad nacional. Ejemplo digno de admiración por la constancia y la firmeza de propósito que finalmente logró su cometido y como el mismo senador Agudelo lo reconoció en su intervención, fue siempre acompañado en su empeño por ACCEFYN, cuyo presidente, Enrique Forero, tomó la palabra al final para mostrar la firmeza del apoyo de la comunidad científica a esta iniciativa.
A partir de esas tres conferencias, los decanos participantes de las facultades de ciencias del país, que son el sitio donde se forman los científicos básicos y en donde se lleva a cabo la mayor parte de la investigación actualmente en curso en Colombia, debatieron los artículos de la ley y produjeron seis propuestas que deberían ser incorporadas al articulado para hacerlo verdaderamente eficiente y “ponerle dientes” a la norma, como el dicho popular para que no quede como letra muerta dentro del paquete de leyes hoy vigentes. Pero para ACOFACIEN hay peligro de que el Plan de Desarrollo introduzca modificaciones que lo harían aún más inefectivo. Entre las más protuberantes están la eliminación del Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, la no inclusión de un Consejo Técnico Asesor compuesto por científicos de la más alta calidad y el énfasis en innovación, sin recordar que ella es imposible sin la ciencia básica que la sustente. Ya varios columnistas se han ocupado del tema en periódicos de circulación nacional. Ojalá los políticos nos oigan.