Caminar por la ciudad, cualquiera que ella sea debe ser un deleite, pues es la forma como nos apropiamos del espacio público y disfrutamos del ornato de la ciudad. Sin embargo es menester referirse a los detalles que impiden que esta sea una experiencia agradable.
La bajísima consciencia de lo colectivo y de lo público, se constituye en la principal causa que impide disfrutar de una caminata tranquila y reposada. A muchas personas solo les interesa llegar primero; saltarse la barda; cruzar de cualquier manera las calles; parquear no importa si es en sitios prohibidos, y un sin numero de faltas más.
Hoy en día nuestro centro cuenta con adecuados andenes para tránsito peatonal, pero no tenemos reglas mínimas de comportamiento como lo es el transitar por la derecha. Si usted observa una imagen por televisión de una calle céntrica en Nueva York, no debe enfocarse exclusivamente en la cantidad de gente caminando, sino en el orden de las mismas. La transitabilidad en el centro de cualquier gran ciudad está garantizada por el respeto de una pequeña norma de conducta, caminar por la derecha. En “Cielos Abiertos” uno parece estar corriendo una carrera de obstáculos, pues tenemos que dedicarnos a esquivar personas o grupos que transitan de cualquier forma como si fueran una barrera.
Debemos advertir y respetar normas mínimas de conducta, cargadas de sentido común, cuanto más de aquellas restrictivas u onerosas. Prohibir que se transite por el césped o estacionar en determinados lugares parece más una invitación a hacerlo que una restricción. Siento que nos falta identidad y amor por nuestra ciudad, respetar y hacer respetar las normas. En pocas palabras, nos falta cultura ciudadana.
Nunca se nos enseño a ser ciudadanos, salimos a la calle creyendo que en ella se puede hacer todo lo que se quiera, que la ley es la del más fuerte o vivo. Lo público es de todos y debemos protegerlo. En la ciudad se hacen intentos por tener un ornato agradable, pero escogiendo materiales rígidos o pesados difíciles de arrancar o robar, por ejemplo: en los trabajos de paisajismo urbano hechos con plantas exóticas o medianamente llamativas, el vandalismo florece instantáneamente. No existe reja, luminaria, matera o material que perdure porque los inadaptados se roban todo, o lo que es peor, lo destruyen.
Las empresa concesionaria del servicio público de alumbrado ha tenido que reponer en varias ocasiones el cable de conexión de las luces instaladas porque se lo roban. La verdad es muy difícil crecer como ciudad, si la calle es un campo de batalla en el que todo se vale y lo público es un botín.
Debemos reconocer la ciudad como el patrimonio de todos y salir a tomárnosla de buena manera. Erradicar el vandalismo y las malas prácticas en calles, parques y plazoletas, es asunto de todos. Recordemos que la ciudad es nuestra, ¡disfrutémosla!