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La compra de los escalafones
La razón de mi molestia no es otra que una figurita del derecho que se llama engaño al consumidor.
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Miércoles, 7 de Diciembre de 2016

Va uno a ver, y todo el mundo figura entre los tres primeros lugares de algo. No importa que sea la lista de los mejores restaurantes, las mejores ciudades, los mejores abogados, o los mejores colegios. Siempre se está entre los primeros lugares. 

Me causó curiosidad ver la lista de los mejores colegios (clasificación bastante antipática, por cierto), y me di a la tarea de averiguar de qué se trata esa categorización. 

La cosa es así: Una categoría es la que se hace con base en los resultados de las pruebas oficiales. Ya la revista Dinero, en una muy esperada publicación anual, presenta los resultados de esta clasificación. 

Sin embargo, los colegios (y se podía decir lo mismo de las universidades) se pueden afiliar a unas organizaciones que, a su vez, presentan una clasificación. Véase, por ejemplo, el caso de una organización que se llama Sapiens Research (SR). 

Según entiendo, SR es una entidad privada que también hace sus propios análisis y categorizaciones de los colegios y universidades. Sobra decir que hay bastantes coincidencias entre las tablas publicadas en la revista Dinero, que se basan en los resultados de pruebas oficiales, y la de esta institución privada; pero también hay casos en los que los puestos de las instituciones son bastante distantes y la institución educativa figura en una posición más alta en la lista de SR. 

Mírese la página web de SR, en la que se puede ver la clasificación que ellos proponen. Eso sí, dejan en claro que los colegios que se resaltan en un color determinado, “hacen parte de la membresía de SR”. Allí, por ejemplo, se ven colegios que ocupan lugares privilegiados en la lista, pero que no están tan arriba en la tabla publicada en la revista Dinero. 

¿Quién dice a verdad? ¿Los resultados oficiales, o los SR? Ya vendrán algunos conciliadores a decir que “son mediciones distintas”, que el uno mide esto y el otro aquello. No sé. No me gusta la idea de que dos escalafones den resultados que sean tan disímiles. 

La razón de mi molestia no es otra que una figurita del derecho que se llama engaño al consumidor. Piense, querido lector, en que usted decide matricular a su pequeño en un colegio que ocupa un muy alto lugar en la lista de SR. Luego, una vez pagado el bono (que ahora disfrazan de contribución voluntaria) se da cuenta de que en el escalafón oficial ese plantel ocupa un lugar muy bajo. ¿Qué pasó? 

Y otra pregunta, ¿las universidades a cuál de los dos escalafones tienen en cuenta para evaluar los estudiantes? 

No sé. No me gusta este tema de que cada quien le pague a un empresa para que le diga en qué escalafón está. 

Espero en una próxima columna, luego de una investigación que estoy haciendo, mostrar cómo algunos colegios en la lista oficial están muy abajo, pero en la que ellos pagan figuran en los primeros lugares. 

El que escruta, elige. 

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