Entendiendo el derecho como el conjunto de normas que regulan las relaciones del conglomerado social, es absurdo creer que podemos tener cultura ciudadana, sin respetar las normas. Los ciudadanos han olvidado la obligación de respetar el ordenamiento jurídico, creyendo erradamente que por no estar prohibido todo les es permitido y eso difiere sustancialmente de la realidad.
En materia de movilidad automovilística en la ciudad, me parece, es donde más existe falta de cultura. Las personas creen que por tener derecho a transitar a la velocidad que deseen, pueden hacerlo en cualquier carril, lo que constituye un gravísimo error. Cúcuta es la única ciudad del mundo en la que el paso de carros se hace por la derecha y no por la izquierda, porque un grupo de desinformados conductores creen que pueden conducir despacio por el carril izquierdo y de paso, hacer llamadas telefónicas sin “manos libres”. Si te atreves a hacerles cambio de luces o a pitar, se ofenden y te recuerdan las generaciones pasadas y por venir.
En esta semana observaba atónito una señora en una camioneta último modelo, que parqueó en frente de la entrada de un condominio y cuando el celador y un condómino que quería ingresar le pidieron que se corriera, se sobresaltó de tal forma que se bajó a increpar a todas las personas, las cuales no entendían la reacción de la señora, sus palabras soeces y la razón por la cual siendo ella la infractora, no reconocía su error.
La verdad creo que ser autodidactas es una gran virtud, si la persona logra realmente adquirir de manera adecuada el conocimiento y las competencias para desenvolverse correctamente. En Cúcuta, desafortunadamente muchos de los conductores lo único que aprenden es a acelerar y frenar, sin conocer la más mínima señal de tránsito y menos aún de lógica automovilística, por eso manejan como quieren, no saben que existen direccionales, se paran sobre la cebra, hacen cruces prohibidos, generando un caos total.
Necesitamos una fuerte campaña de cultura ciudadana, donde entendamos que el peatón tiene la prioridad y no el vehículo; donde la movilidad no se vea afectada por la falta de conocimiento y sentido común de las personas; donde aprendamos a respetar a las autoridades, pero sobre todo, las normas que son el imperativo categórico creado para dar garantías de adecuado funcionamiento a la sociedad.
Cúcuta, la que considero la ciudad de la Esperanza, puede mejorar sin necesidad de inversiones astronómicas, tan sólo llegando a un acuerdo de convivencia pacífica, donde todos estemos dispuestos a construir de manera conjunta. Donde el respeto por los demás sea una bandera indeclinable de cada ciudadano. Hoy necesitamos enarbolar la bandera de los valores para recuperar la decaída conciencia colectiva y volver a soñar que lo podemos lograr.
Como cucuteños debemos recordar que lo más importante al final del día no es cuánto logro, sino cuánto doy. Creo que seremos una mejor ciudad cuando entendamos que la cultura ciudadana, empieza por respetar las normas.