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La Dacha de Orlando Cuéllar
Orlando Cuéllar Castaño se hizo cucuteño por adopción.
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Martes, 27 de Febrero de 2024

Lo invito a la Dacha -me dijo un día el escritor Orlando Cuéllar Castaño-. Le acepté de una, con la seguridad de que íbamos a la Dacha, el negocio donde venden los mejores pasteles de garbanzo. Aprovecharía la oportunidad para saludar a mi amiga Gabriela, la administradora del negocio, que con su amabilidad cautiva a propios y extraños.Soy cliente de la Dacha desde cuando el restaurante estaba situado en la esquina de la avenida quinta con calle dieciséis y había que subir unas escaleras para entrar a la vieja casona llena de brisas y de aromas apetitosos. Ahora, cada vez que me acosan los deseos de gastronomía regional, busco la Dacha y me encuentro con la sonrisa de Gabriela y el sabor de los garbanzos hechos pastel.

Por eso le acepté con alegría la invitación del poeta. Pero tomó otra dirección y fuimos saliendo de Cúcuta. Hacía de conductora la esposa de Orlando, Luz Marina, toda llena de gracia y de alegría.

-¿Y no vamos es para la Dacha? -les pregunté, extrañado del rumbo que estábamos tomando.

-Sí. Es que la choza de campo que tenemos se llama La Dacha. Queda por los lados de Chinácota, pero no se preocupe. Damos una vuelta y ya mismo regresamos.

Luz Marina resultó buena pata, como dicen los camioneros, y en menos de una hora llegamos. Escondida entre los árboles, en una colina, antes de Chinácota, estaba la otra Dacha, llena de pájaros y flores. Recordé, entonces, si el idioma ruso no me fallaba, que dacha es una casa campestre, algo así como lo que aquí llamamos cabaña.

Entendí, entonces, por qué Orlando Cuéllar era poeta. Con semejante paisaje, los árboles coronados de neblina al atardecer, el canto perenne de las aves y el adorno de las flores multicolores, llenan de inspiración a alguien con la sensibilidad poética como la de Orlando.

Orlando Cuéllar Castaño se hizo cucuteño por adopción. Nació en el Valle del Cauca, recorrió varios lugares hasta que llegó a Cúcuta, donde se quedó para siempre. Cambió la belleza delos valles en lontananza de su tierra natal por la hermosura de nuestras montañas, nuestro cielo y nuestro sol. Al lado de Luz Marina, recibiendo su apoyo y su amor incondicional, Orlando se hizo escritor, publicó más de dieciocho libros de poesía, novela y cuento, y se afilió a diversas organizaciones culturales.

En la Dacha de aquel día, saboreando vinos y poemas, supe de su vida, de sus logros y alegrías, de sus dolores y de su enfermedad con la que convivió durante varios años. Sin miedo a la muerte, hablaba de ella con una naturalidad asombrosapues sabía que, a pesar de su fortaleza, su berraquera y su fe en Dios, la muerte se acercaba a paso rápido, sin dar tregua. Y lo admirable del poeta: seguía escribiendo versos, seguía dejando huella, seguía dándonos ejemplo.

Hace un año programó la presentación de su último libro de poemas, Viviré eternamente entre versos y flores, pero no pudo asistir al lanzamiento de su nuevo libro. Ese mismo día se fue a la eternidad.

En la Dacha hubo tristeza. Los pájaros cantaban con un dejo de nostalgia y las flores se vistieron de neblina. Orlando se fue, pero sigue presente. Su voz, su risa y sus pasos resuenan en la Dacha y en el corazón de quienes tuvimos la fortuna de estar cerca de él. Orlando no se fue. Vive para la poesía.

LA ÑAPA: Pasado mañana es la cita con Daniel Samper Ospina en el teatro Zulima a las 7 p.m. Puro humor político.

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