Cuando estudiamos el mundo del Paleolítico y los pasos de los primeros seres humanosu“Homo sapiens”, por nuestras tierras se hablaba con el más allá, según investigaciones de fermentación, alucinación y contacto por medio de sustancias que permitían rituales, incluso formas de barbaries descritas por los primeros cronistas en el siglo XV.
El problema de las drogas no es nada nuevo en ninguna parte del planeta, sin embargo, se abordan de manera distinta de acuerdo con la región del mundo, a las personas que las consumen y por supuesto, a las economías que se mueven alrededor de este fenómeno.
Todos estuvimos atentos a la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas, que se desarrolló en Cali del 7 al 9 de septiembre con la participación de más de 15 países. Organizaciones internacionales y expertos revisaron cómo impulsar un nuevo enfoque que priorice a las personas, el medio ambiente y los derechos humanos, y que promueva un diálogo sobre el uso ancestral de la hoja de coca y el análisis del Sistema Internacional de Fiscalización de Drogas, en lo que se ha denominado “la guerra contra las drogas”.
Para nadie es un secreto que la región nortesantandereanaes muy afectada por todo lo que ello significa: el incremento de las hectáreas de coca, los laboratorios, el ataque contra la población y el medio ambiente, el aumento de consumidores de todas las edades y clases sociales, y el lavado de activos en el contraste de pobreza absoluta y riqueza visible.
En las conclusiones de dicha conferencia los presidentes de Colombia y México pidieron al resto de América Latina unificar sus posturas para replantear la fallida guerra contra las drogas.
“Lo que yo propongo es tener una voz diferente y unificada, que defienda nuestras sociedades, nuestro futuro y nuestra historia. Y dejar de repetir un discurso fallido que ya fracasó”, dijo Gustavo Petro y continuó afirmando: “Somos las mayores víctimas de esta política (…) antes pensábamos que era un problema de Colombia, nosotros encerrados, inundados con nuestra propia sangre, solos. Pero hoy no es así”, pues esa política ha convertido a todas las sociedades latinoamericanas en víctima de sus consecuencias.
El evento de Cali es la primera piedra para una nueva hoja de ruta que lleve a conformar un grupo de trabajo y, más adelante, una gran cumbre de presidentes latinoamericanos. Las Cancillerías de ambos países han pedido al resto de la región, unificar posturas en “una sola voz” que cambien la narrativa tradicional sobre las drogas con una mirada más integral, en busca de un vuelco profundo.
Desde que se llevan registros, Colombia ha alcanzado la mayor extensión de cultivos de hoja de coca, la materia prima para la cocaína. El terreno total se disparó de 143.000 a 204.000 hectáreas, al cierre de 2021, de acuerdo con el último informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas (SIMCI). Pronto se presentarán los resultados para el 2022.
Pero el punto más importante de la discusión lo planteó la investigadoravinculada a la Fundación Ideas para la Paz, Ana María Rueda, que implica reconocer que la prevención no se limita únicamente a abstenerse del consumo, sino que también exigetener información de calidad para que las personas puedan protegerse, si su decisión es consumir o no.
Ante estas reflexiones de impacto nacional, debemos salvar a nuestros jóvenes del fentanilo que ya llegó a la ciudad.
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