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La historia se repite
Es hora de pensar en grande.
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Sábado, 25 de Mayo de 2019

El presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander, Luis Fernando Niño, comentaba hace poco que estuvo revisando los archivos de los periódicos que reposan en los anaqueles de la Academia y observó que las noticias y las fotografías de hace 20 años parecen ser las mismas de hoy, con la diferencia que los mismos líderes de la Cúcuta de entonces lucían largas melenas y rostros tersos en vez de las calvas y las pocas o muchas arrugas de hoy. 

Oyéndolo me decía que lo mismo ocurre en todo el país. En muchas ciudades los problemas siguen siendo los mismos que hace 20 años y las soluciones apenas se vislumbran. La desigualdad entre el campo y la ciudad, entre los pueblos pequeños y las capitales medianas y entre las capitales medianas y la capital del país son cada vez más hondas. Pero aún en Bogotá y en medio de un desarrollo urbano impactante, por más de 40 años se viene hablando de la necesidad del metro y se han tenido que contentar con un sistema único de buses articulados; mientras que Medellín, como sucede en las ciudades europeas, ha sabido mezclar el metro con buses articulados, con tranvías, con metrocables que son movidos por electricidad y disminuyendo la contaminación ambiental. 

Ir a Berlín o a Praga o a Estocolmo es ver cómo por el mismo carril transita un tranvía movido por electricidad, un bus articulado y buses más pequeños que cubren distancias menores y todo eso sin que hayan tenido que hacer vías especiales como se ha hecho en Bogotá para el TransMilenio. Sistema que ha sido copiado sin beneficio de inventario por ciudades como Cali y Barranquilla. Y si vamos a la conectividad en el país, recuerdo la publicación de un mapa en El Siglo que resumía la propuesta del entonces ministro de obras públicas de Laureano Gómez, Álvaro Leyva Urdaneta, de conectar totalmente al país por una red de autopistas. 

Sesenta años después se han tenido que abrir concesiones público-privadas para tratar de completar la red, a la que aún le falta mucho y en la que se han movido toda suerte de coimas y componendas que la tienen enredada. En nuestra región, parecería que después de muchas promesas y esperanzas, la carretera Cúcuta-Bucaramanga, espina dorsal del comercio y del transporte de mercancías dejará de ser en unos pocos años la hoy trocha pavimentada que no permite el flujo eficiente de tractomulas para convertirse en una autopista de doble calzada que permita un transporte rápido y eficaz.

Y mientras que en el resto del mundo civilizado los trenes conectan de manera efectiva y rápida a las grandes ciudades y mueven muchísima carga hacia los puertos promoviendo y mejorando el comercio internacional en Colombia, los grandes intereses económicos nos obligan a pagar un precio de transporte mucho más alto por kilómetro entre las ciudades productoras de bienes y los puertos, encareciendo los precios y disminuyendo nuestra competitividad para colocar nuestros productos en los mercados extranjeros. 

Nuestro problema ha sido y sigue siendo pensar siempre en pequeño, tenerle miedo a las grandes obras, poner todas las trabas legales a las empresas, no tener suficiente capital de trabajo y ninguno de riesgo y no garantizar la seguridad jurídica que permita que haya grandes inversiones. Mientras en el siglo XIX una compañía de particulares con participación del Gobierno de Norte de Santander tendió rieles que conectaron a Cúcuta con Maracaibo, hoy en el resto del país apenas se está comenzando a pensar en volver a utilizar las vías férreas que en algún momento existieron. Y seguimos pensando que la solución es el transporte por el río Magdalena, transporte que sería ideal si efectivamente el río tuviera la profundidad necesaria y si no existieran los bancos de arena que hacen difícil la navegación de barcazas a lo largo de su longitud. 

Es hora de pensar en grande. Cúcuta renació hace 144 años después del terremoto y nos mostró que es posible superar todos los obstáculos cuando se tiene una clara visión de futuro y todas las fuerzas vivas de la ciudad trabajan unidas en el mismo propósito. Me parece que hoy el diagnóstico de nuestra situación ya está hecho y a profundidad. Lo que se requiere es que con el liderazgo de la empresa privada, identifiquemos y formulemos unos pocos macroproyectos que tengan por objeto recuperar la agroindustria, incrementar el empleo, mejorar la educación en todos los niveles y apoyar el emprendimiento en pequeñas y medianas industrias. Cúcuta puede si todos queremos. 

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