Si lográramos entender la verdadera causa efecto del tema de la inseguridad, no nos equivocaríamos trayendo cada vez mas pie de fuerza policial o militar, creyendo que solucionamos la enfermedad, atacando el síntoma. El síntoma es definido como: “alteración del organismo que pone de manifiesto la existencia de una enfermedad”. Un dolor de cabeza no es una enfermedad en si misma, es la forma que el organismo tiene de poner de manifiesto que algo anda mal.
La inseguridad es el síntoma que pone de manifiesto una enfermedad social, la falta de valores ético-morales en la familia, enfermedad que se agrava con la falta de inversión social que brinde oportunidades para la gente. En una sociedad frágil ética y moralmente como la nuestra, la falta de oportunidades laborales lleva a que muchos recurran al crimen como medio de subsistencia, engendrando generaciones enteras que solo ven en la delincuencia su forma de vida.
El problema de seguridad arranca desde casa, cuando los padres de familia no se preocupan por lo que están haciendo sus hijos y los dejan a la deriva para que la delincuencia los instrumentalice en su acción delictiva. No podemos permitir fenómenos como la deserción escolar y debemos brindar oportunidades a nuestros jóvenes para canalizar sus habilidades en el tiempo libre, restándole tiempo al ocio que es el peor consejero de nuestra juventud.
La inversión social es la clave, pues no se debe solo combatir el crimen sino eliminar de manera sustancial las tensiones sociales que agudizan los problemas de convivencia social, toda vez que la desigualdad social es un caldo de cultivo para el brote de la violencia. Debemos trabajar en la generación de empleo e ingresos, donde los cucuteños puedan llevar el sustento de manera digna a sus hogares.
Si queremos acabar con la inseguridad rampante en Cúcuta, necesitamos ocupar a los cucuteños laboralmente. Empleo no se logra de la noche a la mañana y menos haciendo lo mismo de hace 50 años. Necesitamos cambiar el modelo económico de la ciudad y romper con nuestra vocación exclusiva de comerciantes, migrando a una ciudad industrializada y empresarial, para que la riqueza generada por el proceso productivo de transformación de materias primas, se quede en casa y genere la estabilidad económica que necesitamos.
Si el tema de seguridad lo tratamos exclusivamente desde la perspectiva del bolillo o la bota, perderemos la partida, pues la delincuencia como la corrupción muta de manera vertiginosa y se acomoda a cualquier circunstancia. Prueba de ello es el narcotráfico, que perseguido por año, lejos de disminuir aumenta desproporcionadamente.
Necesitamos concentrarnos en la enfermedad y no el síntoma, trabajemos por el rescate de los valores en la familia y cambiemos el modelo económico de la ciudad brindando oportunidades y veremos con satisfacción como las cifras de homicidios, hurtos y demás modalidades delictivas empiezan a disminuir. Porque la inseguridad es el síntoma no la enfermedad.