Está comprobado que después de “mamá” y “papá”, la palabra que primero aprende un niño de año y medio es “no”, con ella trasegará un largo tiempo en su vida. No toques, No salgas, No cojas, No hagas, pareciera que está condenado a no poder hacer. Nada más alejado de la realidad, el mundo está lleno de posibilidades que irá descubriendo en la medida que crece y comprende los límites de la acción.
El mundo no está formulado desde la perspectiva de lo prohibido o negativo, sino por el contario desde lo permitido y positivo, tan solo que en lo positivo se actúa y en lo negativo se detiene. El hacer es positivo y el impedir es negativo. Cuando el niño avanza en su formación se da cuenta que el “no” es la excepción y no la regla general.
Los países desarrollados han alcanzado su potencial en el hacer, en el permitir hacer, en el sumar esfuerzos, en el construir conjuntamente, a diferencia de países en los que la inmadurez propia de su corta evolución los tiene en la etapa restrictiva, y por ello ante cada decisión lo primero que piensan es “no”.
Colombia es incomprendida en el exterior por haber suscrito un acuerdo de paz, al cual el pueblo dijo “NO”. Debemos superar el estadio de la oposición sistemática al de la acción sistemática, si queremos transformar nuestra nación. Si de nuestra mente, nuestro corazón o nuestra boca, solo brota un “no”, nunca veremos los sueños hechos realidad.
Podríamos ir como en el tango Cambalache de Gardel, confesando todos los días “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé…” resignándonos a recibir lo que decimos, y vivir una vida miserable. Debemos levantarnos con la actitud adecuada a proclamar un mejor tiempo para nosotros, nuestras familias, nuestra ciudad y nuestra nación.
Estamos cerca de elegir presidente para Colombia y vivimos más pendientes de los agravios, los insultos y las bufonadas de los candidatos, que de sus propuestas. En la ciudad se quiere hacer algo y estamos más pendientes de cómo poner la traba, que en cómo salir adelante. La verdad es que dando dos pasos y retrocediendo uno es muy difícil llegar a la meta.
Debemos ser críticos constructivos y no auguradores de maldad, pues con eso no alcanzamos el progreso que necesitamos. Todos queremos un mejor lugar para vivir, lo que pasa es que no todos están dispuestos a construirlo. Hay mucho trecho entre querer y hacer. Por eso no podemos seguir en la actitud equivocada de oposición a todo, y migrar al escenario en el que todo es posible si lo hacemos juntos.
Si queremos madurar como nación, ciudad o sociedad, debemos aprender a ponernos de acuerdo y construir juntos. Recuerda que la oposición a todo es infantil.