Los romanos decían: “Ratio económica ultima questio”, que podemos traducir libremente como: “La razón misma de toda empresa humana es económica”. Este principio nos permite tratar de entender la barbarie en la que hemos caído nuevamente en nuestro Norte de Santander, como nos lo recuerda el editorial del periódico La Opinión del miércoles pasado, después de la bomba que estremeció nuevamente la entraña de nuestro departamento, recordando etapas que creíamos superadas.  

Ante este acto de barbarie el Gobierno ofrece 300 millones de pesos por información que conduzca a conocer los autores intelectuales y materiales del hecho demencial. ¿Se logrará que zelotes convencidos de su verdad y que utilizan el terrorismo para lograr sus fines acepten recibir una recompensa en dinero por delatar a sus conmilitones? En otros países, esos mismos atentados con carros bomba los han cometido fanáticos suicidas que valoran más su “verdad” que su propia vida. Llamativo, eso sí que los líderes nunca se inmolan; para eso han indoctrinado a los jóvenes.

Los líderes del paro buscan un resultado económico de las movilizaciones que se concrete en mayores salarios para los trabajadores. Su motivación es económica y contempla solo las condiciones de sus afiliados; piensan que el cierre de empresas que se mide en billones de pesos, así como que las empresas cerradas no podrán contratar nuevos trabajadores con miles de pesos perdidos por cada trabajador que no encuentra empresa que lo contrate, es apenas un daño colateral. Y si nos preguntamos por qué se unen los jóvenes a las movilizaciones, nuevamente aparece el factor económico: incertidumbre acerca de lo que les depara el futuro en una Colombia con uno de los índices de desigualdad más grandes del mundo. 

Y mientras el ministro de Economía anuncia que la economía crecerá este año a un ritmo del 6%, ¿cuánto de las ganancias de los grandes conglomerados y de las empresas extractoras de nuestros recursos no renovables se filtrarán a los que han perdido su trabajo y han engrosado el porcentaje de pobreza monetaria extrema? Como decía Fabio Echeverry, “la economía va bien, pero el país va mal”. Y hoy, peor que hace unos 30 años. 

El problema económico real se da a nivel de los individuos. ¿Se puede sostener a una familia típica colombiana de cuatro personas con un salario mínimo mensual?  La respuesta a esa pregunta es no. ¿Y si son dos los que trabajan en cada familia? La respuesta es: a duras penas. Y si en nuestra ciudad más del 70% de los que están en edad de trabajar son informales ¿logran conseguir siquiera ese mínimo? y ¿tienen cómo pagar su seguridad social, salud, pensión y educación? 

Este es un hecho económico incontrovertible al que se aúna la debilidad relativa de nuestro sector empresarial. Hacemos parte de un país que se debate en medio de la mayor pobreza extrema, con empleo de apenas el 14%, altamente superado en nuestra ciudad y departamento. La solución no está en los subsidios que provee el Gobierno, que son necesarios como medida de emergencia. La solución está en producir riqueza y en ahorrar a partir del campo y de la industria en concertación armónica con normas que permitan el desarrollo. Esto no se da con paros ni bloqueos a la movilidad.  Por el contrario, estos producen trágicas consecuencias medidas en ruina para los productores y en carestía para todos, que se miden en catorce y más billones de pesos. Los ricos siguen siendo ricos, mientras los pobres se vuelven más pobres.

Y como resultado colateral de las movilizaciones en plena pandemia de la COVID-19, actualmente crecen los contagios y las muertes.  

Para completar el análisis económico, la pregunta para todos los actores del paro es: ¿Cuánto vale una vida humana perdida por contagio en una movilización? 

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