Siempre he tenido un especial afecto por la ciudad mitrada; ha sido uno de esos lugares del Norte de Santander que invitan al recogimiento, a pensar, a leer, a descansar, no sólo por su clima que nos alivia de los días calurosos y sofocantes de Cúcuta, sino que caminar por sus montañas genera una paz excepcional. Pamplona es una ciudad con historia, tradición y cultura. No olvidemos que fue una de las primeras comunidades en donde hubo un grito de libertad en nuestra república en la que por allá en 1812 alcanzó a redactarse un texto constitucional.
El episodio que por estos días está viviendo Pamplona no sólo es el peor insulto que le puede propinar la clase política a sus habitantes, sino de paso se extiende al proceso de paz. Es una ofensa lo que acaba de hacer la administración municipal; según la denuncia del portal la silla vacía los excesos llegaron a extremos como se relatan: “Lo que contaron fue que a una peluquería le dieron una silla de segunda, que a un señor le entregaron unas vacas criollas cuando pagaron por unas de raza, y luego hablaron de que todo lo que decían de las capacitaciones ellos no lo habían recibido por completo”. Definitivamente la paz en Colombia está asediada por la corrupción.
Hace algún tiempo tuve ocasión de dictar una clase en las hermosas instalaciones de la Universidad de Pamplona, y de manera puntual en uno de sus salones que lleva el nombre de Jorge Gaitán Durán; fue una agradable oportunidad de recordar con los estudiantes lo que fue Jorge Gaitán Durán, con cuya temprana muerte el Norte perdió uno de sus intelectuales más portentosos de toda su historia. Fundador en Paris de la Revista Mito, alternó con figuras de peso mundial como Camus y Sartre. Sus escritos y análisis hoy todavía son de interés para ciertos círculos intelectuales. En los años cincuenta la ciudad de Pamplona fue uno de los epicentros pedagógicos y culturales del país, todo de la mano del maestro Jorge Gaitán Durán. Toda esa tradición e historia la acaba de pisotear una clase política advenediza e inescrupulosa.
La diferencia entre esas épocas y estas, es que, en esos años, personas como Eduardo J. Lamus, excelso poeta, eran quienes se interesaban en los destinos públicos y se rodeaban de personas decentes y bien intencionadas como Jorge Gaitán Durán y el “mono” Parra. Ahora en estos años, fácilmente rigen los destinos de la ciudad cualquier personaje entre comillas, quien sólo tiene el afán de enriquecerse rápidamente a costa de lo que sea y que hacen parte de ese mundo inmoral al que hacía referencia en alguna ocasión Milan Kundera, : “[…] la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido”.
Esta administración municipal pasará a la historia por arruinar la reputación de las tradicionales fiestas en Pamplona que después de este episodio quedan deshonradas, después del impúdico acto de la administración que además lo presentaba como el regalo a las víctimas del conflicto y a su ciudad y que terminó en un lamentable espectáculo de corrupción política. Por lo pronto el señor alcalde podrá seguir disfrutando de las fiestas pero en la cárcel.