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Las zonas esas
¿Por qué han hecho eso que llaman guerra estos asesinos en los últimos años? Pues por enriquecerse. 
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Domingo, 3 de Julio de 2016

Por mucho que lo intentamos, no hemos sido capaces de coger a Santos ni a sus compañeros de empresa por la paz en una sola verdad. A propósito de la fiesta que armaron en La Habana, para celebrar no hemos podido entender qué, valen reflexiones como las que vienen.

Las Farc habían anunciado varias veces el cese al fuego unilateral, como así llamaban la voluntad de no cometer sino una parte de los delitos que han cometido y siguen cometiendo. Por donde queda claro que en esta fanfarria nada se agregaba al fin de la guerra en cuanto a estos bandidos concierne. Se supone que ellos ya andaban en paz.

La parte que faltaba era la del Estado, cuyos representantes, el Presidente, el Ministro de Defensa, el Comandante de todas las Fuerzas y los comandantes de cada una, no se cansaban de repetir que estaban en plena acción, lo que significa que por su parte el fuego estaba encendido. 

Un fuego muy curioso, claro está, porque no ardía en parte alguna. ¿Cuánto hace que no caía un campamento, un cabecilla, un guerrillero cualquiera de las Farc? 

Largos meses, y en esto no falla la memoria. Luego no hubo cese de nada, porque las Farc lo tenían declarado de largo tiempo y el Estado lo practicaba religiosamente. En la comedia habanera no hubo nada. Lo mismo que venía, con lo que faltaba, el circo.

A pesar de que era tan evidente que nada nuevo había bajo estos soles, se nos vendió el producto de la paz, sin decirnos lo que venía tan ricamente envuelto.

¿Qué es cesar el fuego? Nos lo preguntamos al recordar que en los campamentos de esos bandidos siguen reclutados miles de niños. 

Como ese, un secuestro agravado por mil circunstancias, es de los que llamamos delito continuado, se nos aparece que no hay cese al fuego, o que el cese y la paz son conceptos tan deleznables como caprichosos.

Sigue medio país padeciendo la minas antipersona, uno de los delitos más detestables que recoge en su Código de espanto el derecho Internacional Humanitario. Luego la guerra sigue. Ahí siguen las minas. Donde estaban.

Las Farc desaparecieron en la selva millares de personas de las que nunca volvió a saberse palabra. El más elemental analista pensaría que la paz no solo implica la condena de secuestros y desapariciones, sino el elemental desagravio de revelar dónde están las víctimas.

A propósito de víctimas, los propagandistas de la paz se hacen lenguas explicando cuántos fueron los muertos, los secuestrados, los desaparecidos, los heridos, las mujeres violadas, los desplazados por las Farc en estos 50 años. Ni una palabra para esas víctimas. Ni una demanda de perdón, ni un gesto para resarcirlas. Esa tarea queda para el Fisco Nacional, alcanzó a decir Timochenko, el bandido mayor. ¿Cuál cese al fuego?

¿Por qué han hecho eso que llaman guerra estos asesinos en los últimos años? Pues por enriquecerse. Y se han enriquecido a punta de oro  y cocaína. Por descontado se tiene que en La Habana nada se dijo de lo uno o de lo otro. Lo que vale por concluir que todo seguirá igual.

Y queríamos hablar de las ZONAS, acaso el único tema novedoso del espectáculo que atónitos presenciamos. Y ahí si que podemos morir haciendo preguntas sin respuestas. La superficie que tengan, el número de hombres y mujeres que se alojen, si será guerrillerada pura o vendrán milicianos, amigos o parientes, familias y simpatizantes, su modus vivendi y por cuenta de quién correrán esos gastos, la cantidad y calidad de armas que se lleven o ya tengan escondidas, el régimen jurídico que las cobije, el tipo real de verificación que practiquen los muchachos de la ONU y si en ellas estarán todos los bandidos de las Farc, todos sin que falte uno, son preguntas que se pierden en la nada. 

Fuera de espectáculo lleno de payasos que actuaban e imbéciles que aplaudían, en La Habana no hubo nada. Porque del acuerdo de fondo, la nueva Constitución que nos rija, hubo menos. Al decir de Timochenko, para eso falta mucho pelo p´al moño.

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